Por Juana Martín, adjunta a dirección de Cáritas Diocesana de Barcelona y coordinadora de la ayuda al refugiado de la entidad
Tengo que manifestar que la primera vez que oí hablar al papa Francisco de la cultura del descarte, me sorprendió. Me sonaba a des-carta, quitar las cartas, y lo relacioné con los juegos de azar y, también, con la campaña de Corpus y el libro conmemorativo de los 70 años de Cáritas Diocesana de Barcelona. En estos dos últimos casos, se utiliza la metáfora del juego de la oca. Sabemos que para muchas personas no es un juego sino una realidad, pues sus vidas van de oca en oca y tiro porque me toca. La falta de oportunidades, la precariedad laboral, la inestabilidad en la vivienda, la soledad, etc., devuelven constantemente a estas personas a la casilla de salida. Los 8 millones de pobres que hay actualmente en España se ajustan al concepto de los descartados. Éstos van, y nunca mejor dicho, de oca en oca, perdiendo y buscando oportunidades.
El papa Francisco ha manifestado en diferentes discursos que la cultura del descarte se ha instalado entre nosotros ya que damos por buenos comportamientos y actitudes que dejan a las personas desprotegidas fuera del sistema. Lo dijo en la intervención con los parlamentarios europeos, en la ONU y en el encuentro de Cáritas Internacional, entre otros. Cuando se refiere a los ancianos, lo hace en estos términos: “La cultura del descarte considera a las personas mayores un peso porque no producen sino que constituyen una carga. A ellos se les desecha”.
¿Quiénes son los descartados?
Los descartados están entre nosotros, son los que viven al margen, los que no tienen horizontes, los no productivos: los enfermos, los parados, los ancianos, los que viven en la calle, las madres que no llegan a fin de mes, los indocumentados, los refugiados y exilia dos, los que huyen de la pobreza, etc.
No se trata de hacer listas sino de reconocer rostros y de ver personas, con nombre y apellidos, venidos de aquí y de allá, con esperanzas frustradas y con ideales renovados. Ellos y ellas tienen ganas de tener oportunidades. Quizás miramos y no vemos porque nuestra sensibilidad ya está acartonada, anestesiada. Ello nos lleva a formularnos esta pregunta, sobre la que deberíamos reflexionar personal y colectivamente: ¿quiénes son para nosotros los descartados? ¿Les ponemos nombre? O por lo contrario: ¿son personas que vemos, que conocemos, que acompañamos y que, paradójicamente, nos acompañan? Porque cuando entras en la vida de una de estas personas, él, ella, ellos, también entran en la nuestra. “Lo que hiciste a uno de estos me lo hiciste a mí”, reza una de las citas bíblicas.
Reconocemos el rostro de los descartados en:
- Las madres que luchan con recursos escasos para sacar a su familia adelante, con largas horas de trabajo, con sueldos que no les llegan a final de mes.
- Las personas mayores que están solas, abandonadas y sin los recursos para afrontar una vejez en dignidad.
- Los que han quedado al margen de la vida laboral porque tienen una edad al límite para ser considerados por el sistema como productivos.
- Los que no tuvieron las oportunidades de formarse, de tener una buena capacitación que les permita reconvertirse y adaptarse a las nuevas exigencias laborales.
- Los que huyen de las guerras, forzados a emprender un éxodo buscando protección y cobijo, a los que la actitud de indiferencia nos les da la respuesta que merecen.
- Los forzados a huir de la miseria por la injusta distribución de las riquezas, “porque nacieron en otro lugar”, como dice la poetisa catalana Joana Raspall.
- Los que están en manos de mafias y redes que consideran a la persona como mercancía.
- Los que no tienen las oportunidades de romper la rueda de la pobreza.
- Y en un largo etcétera.
Estamos viviendo momentos convulsos, y compartimos el diagnóstico que hace el director general de Cáritas Jordania, Wael Suleiman, en una carta enviada a su homólogo de Cáritas Internationalis: “¡Os escribo desde la tierra donde murió el amor y se enterró la paz! Desde Jordania, desde el sangrante Oriente Medio”. Y continúa: “La humanidad está atravesando una era extremada mente complicada; un caos des plega do que barre la moral, la ética y los principios de nuestro mundo, un mal funcionamiento del orden mundial que una vez fue creado por el hombre para organizar su vida y la de los demás”.
Quizás hoy más que nunca nos tenemos que preguntar personalmente y colectivamente, ¿quiénes son para mí, quiénes son para nosotros los descartados? Otras preguntas son: ¿Qué tengo que cambiar? ¿Qué tenemos que cambiar para que la cultura del descarte no se instale en nuestra vida, en nuestras vidas?
Impliquémonos para que entre nosotros no haya descartados.
Juana Martín