Ana Hernández lleva doce años siendo voluntaria de Cáritas. “Cuando mis hijos crecieron, tenía más tiempo libre, y fue cuando decidí hacerme voluntaria”.
Vecina de la Zona Franca, Ana preguntó a una monja conocida del barrio qué podía hacer. “Primero ayudé en una parroquia con la catequesis, y después ya entré en el equipo de Cáritas en la iglesia de San Enrique de Ossó de L’Hospitalet. Allí, Ana se dedicaba a rellenar las fichas de las personas a las que se atendía por primera vez, y también cuidaba de los niños de estas familias durante el rato que duraban las entrevistas con su trabajador social.
Asimismo, también ha impartido clases de castellano, aunque actualmente su voluntariado se centra en tareas de recepcionista. “Los lunes colaboro en el despacho de Cáritas de Cornellà, y los martes voy al Espacio Polivalente de L’Hospitalet”, explica. Durante estos dos días, Ana se dedica a atender a las personas que asisten presencialmente en los despachos, y también resuelve dudas y consultas de aquellas que llaman por teléfono. “La gente está muy agradecida con nuestro servicio. Muchos nos dicen que han llamado numerosas veces al Ayuntamiento o a Servicios Sociales, y que en Cáritas hemos sido los primeros que les hemos escuchado o guiado de alguna manera”.
Según Ana, lo más importante es ponerse en la piel del otro, comprender su situación y escucharlo. “Cuando estás aquí, intentas dar lo poco que sabes. Yo me siento valorada y útil, y creo que mi voluntariado puede ofrecer esperanza a los que la han perdido”, concluye.