La sociedad y Cáritas deben prepararse para acoger y acompañar a jóvenes vulnerables y en duelo
La migración y movilidad de muchos chicos y chicas es la consecuencia de toda una serie de fracasos. Desde el sistema escolar, las limitaciones del sistema de formación profesional y la precariedad de la inserción laboral. Las personas que migran, de alguna forma, están plateando un reto a su Estado, a su sistema escolar que limita su movilidad, a su sistema laboral que les obliga a la precarización y al hecho de no vislumbrar ningún tipo de futuro ni horizonte. Tras la migración, siempre hay esperanza y el deseo intentar salvar a la familia. A los perfiles más aventureros, también les mueve conocer otro mundo.
Más visibles, los chicos
Las chicas también se mueven, migran, pero los chicos son más visibles, sobre todo a la hora de ocupar el espacio público. Las chicas se mueven en circuitos más domésticos, dentro de redes invisibles y en contexto de explotación laboral, de tráfico o de trata, en el que cuesta o es prácticamente imposible pedir ayuda.
Mientras en los países de origen parece que el sistema no les presta atención, para Europa estos niños, adolescentes y jóvenes no acompañados son migrantes incómodos, porque, entre otras cosas, sacuden y ponen en duda un sistema de seguridad que se creía perfecto en el control de sus fronteras.
Marruecos, por su posición geográfica, juega un papel geopolítico importante, ya que es un país emisor de migración, por él transitan ciudadanos de toda África con la intención de llegar a Europa y, al mismo tiempo, recibe europeos.
Vulnerables y en duelo
Los menores no acompañados extranjeros, antes de llegar a las costas españolas, vienen con historias de mucha vulnerabilidad, con un duelo pendiente de digerir y un trauma que les marcará.
Desde Cáritas acompañamos estas realidades de dolor, y al mismo tiempo, hemos sido y somos testigos de toda la riqueza que aportan cada uno de estos chicos y chicas a la sociedad.
Sociedad de acogida
Es importante que nos preparemos como sociedad receptora y de acogida, y como profesionales y voluntarios, a partir de unos criterios claros y unas hojas de ruta bien marcadas para poder acompañar todas las áreas de atención de la manera más integral posible, empezando por garantizar la salud en todas sus dimensiones, con unos recursos y conocimientos previos adecuados, siendo conscientes de la mochila que cada persona lleva detrás.
En 2017 el papa Francisco afirmaba que “los niños (y jóvenes) constituyen el grupo más vulnerable entre los migrantes, porque, mientras se asoman a la vida, son invisibles y no tienen voz: la precariedad los priva de documentos, ocultándolos a los ojos del mundo; la ausencia de adultos que los acompañen impide que su voz se alce y sea escuchada” (JMMR, 2017).
Grandes retos
Se nos presentan grandes retos y se nos abre un camino de esperanza que nos posibilita recalcular la ruta, saliendo al encuentro de los más vulnerables, comprometiéndonos por el bien común y cultivando la solidaridad entre nuestras comunidades y la sociedad civil.
Desde Cáritas, trabajamos por garantizar la integración social de estos chicos y chicas, a través de iniciativas de sensibilización que plantean la necesidad de un cambio de mirada y mentalidad en donde la empatía por unos chicos y chicas que se juegan la vida por una vida mejor sea la clave para ser una sociedad verdaderamente de acogida.
No olvidemos las palabras del Papa Francisco: “Los niños y jóvenes que circulan por los caminos de la emigración necesitan vuestra ayuda, y la Iglesia también os necesita y apoya en el servicio generoso que prestáis. No os canséis de dar un buen testimonio del Evangelio, que os llama a reconocer y acoger al Señor Jesús, presente en los más pequeños y vulnerables”. (JMMR, 2017).