La encuesta de Condiciones de Vida 2020 muestra una evolución preocupante de los niveles de pobreza en Catalunya.
Preocupa por dos motivos: por un lado, porque los datos que hacen referencia al nivel de ingresos son de 2019 y no recogen el impacto de la COVID-19. Sin embargo, muestran un aumento elevado de las tasas de pobreza relativa y severa. Por otro, porque la parte de la encuesta que recoge el impacto de la COVID-19 nos pronostica unos efectos económicos y sociales muy negativos para las capas de población que ya se encontraban en una situación de precariedad.
Por tanto, las dos conclusiones principales enmarcarían bajo estos titulares:
- Se produce un empeoramiento de las condiciones de vida de la población en situación de pobreza previo a la pandemia, y en especial, de la población en situación de pobreza severa.
- El impacto de la pandemia ha sido intenso para la población en situación de pobreza.
Con respecto al primer punto, el empeoramiento en las condiciones de vida no se produce por toda la población, sino para algunos colectivos o subgrupos. Si miramos la tasa de pobreza relativa, aumenta hasta el 21,7% de la población, con 1,6 millones de personas, la cifra más elevada de los siete últimos años:
La tasa de pobreza se duplica cuando hay hijos menores (pasa del 14,2% en los hogares sin hijos hasta el 28,9% en los hogares con hijos). El caso más extremo es el de los hogares monoparentales, con una tasa de pobreza que sube hasta el 42,2% (129.700 hogares en esta situación).
Por lo tanto, el aumento de las tasas de pobreza, y en especial, de la pobreza severa muestran como hay una parte de la población que antes de la COVID-19 ya se encontraba en una situación de gran vulnerabilidad, un diagnóstico cuyo nos alertaba el Informe sobre exclusión y desarrollo social en Catalunya 2019, de la Fundación FOESSA.
Si nos fijamos en la parte de la encuesta que recoge el impacto de la COVID-19, nos encontramos también un empeoramiento de la situación. La privación material severa (personas que, por ejemplo, no se pueden permitir ir de vacaciones una semana al año, no pueden comer carne, pollo o pescado al menos cada dos días, no pueden mantener la vivienda a una temperatura adecuada o no disponen de un teléfono, entre otros) aumenta hasta el 6,2% de la población, (466.500 personas). Por otra parte, el indicador de baja intensidad laboral (personas que trabajan menos de un 20% del tiempo que podrían dedicar al trabajo) aumenta hasta situarse en el 9,8% de la población (555.500 personas). Ambas, cifras ya corresponden a una situación de pandemia y nos indican que el impacto de la COVID-19 en la población en situación de mayor vulnerabilidad ha sido muy intenso.
En resumen, la encuesta de condiciones de vida nos muestra un empeoramiento de los niveles de pobreza en Catalunya antes del estallido de la crisis de la COVID-19, así como un impacto de la pandemia muy intenso en la población en situación de más vulnerabilidad. Habrá que esperar a la publicación del próximo informe FOESSA para disponer de un detalle de este impacto en todas sus dimensiones.
Puedes consultar el informe completo en este enlace.