La interculturalidad es un tipo de gestión de la diversidad, adoptado en Barcelona y más de 130 ciudades del mundo, que pretende dejar atrás otros modelos, como el asimilacionismo o el multiculturalismo, para poner en práctica un modelo de construcción social que se centra en la creación conjunta y la transformación comunitaria de la sociedad.
En esta línea, el Ayuntamiento de Barcelona, desde hace once años, desarrolla el programa llamado BCN Acción Intercultural, de donde han surgido proyectos tan conocidos como la Red Antirumores. El Gobierno de Cataluña, por su parte, ha puesto en marcha, hace tres años, el Plan Nacional para la Interculturalidad mediante un proceso participativo de varios actores que ha permitido reflexionar sobre qué acciones y políticas se pueden desarrollar para descubrir cómo un valor añadido y cohesionador al 30% de población de origen diverso que vive en Cataluña, que habla más de 300 lenguas, y que son practicantes de cerca de trece religiones.
En Cáritas Diocesana de Barcelona, la primavera de este 2021 hemos empezado a potenciar el enfoque intercultural con presentaciones en las diferentes zonas pastorales, programas y proyectos con el objetivo de incorporar la perspectiva intercultural, siguiendo el modelo presentado por la Mesa del tercer Sector de la que formamos parte. En la programación de este año podemos encontrar iniciativas como un cine forum intercultural, en la zona pastoral cinco, organizada por las parroquias de San Joaquín, San Jaume y Cáritas arciprestal de Santa Coloma de Gramenet.
Para entender lo que es la interculturalidad hay que empezar definiendo cuáles son los tres principios que la complementan, principios que con el tiempo se han ido consolidando como ejes vertebradores del enfoque intercultural y que se mantienen plenamente vigentes.
- El primer principio es la igualdad, vivida desde la equidad. Trabajar en esta equidad representa ser conscientes de las diferentes discriminaciones que existen en los grupos más vulnerables. No podemos trabajar con conceptos como la unanimidad o la igualdad si primero no trabajamos desde la ecuanimidad, lo que implica hacer diferenciaciones. Esto significa tener en cuenta las opresiones que vive una persona por motivo de su origen, por su apariencia, por su género, por su condición económica, etc. En conclusión, hay que hablar de la igualdad real de derechos, deberes y oportunidades.
- El siguiente punto es el reconocimiento de la diversidad, en un sentido amplio y aplicado a una realidad estructural donde hay que crear oportunidades y hay que abordar complejidades de manera proactiva. Este reconocimiento también implica respetar culturas y creencias y ponerlas al mismo lugar de importancia que situamos nuestra propia cultura y los conocimientos que ha generado.
- El tercer principio radica en la importancia de promover la interacción positiva y el diálogo intercultural y poder generar vínculos y sentidos de pertenencia compartidos. Con tal objetivo, hay que trabajar conjuntamente para crear relaciones evolutivas entre los diferentes grupos culturales, para lograr la interacción equitativa de las diversas culturas y la posibilidad de fomentar nuevas expresiones culturales compartidas.
Y llegados a este punto, podemos hablar de cómo definimos un lugar de encuentro entre la interculturalidad y el diálogo interreligioso con mirada cristiana. En la Audiencia General Interreligiosa del 2005, el Papa Francisco nos dice que “el diálogo que necesitamos no puede ser sino abierto y respetuoso, y entonces se revela fructífero. El respeto recíproco es condición y, al mismo tiempo, fin del diálogo interreligioso: respetar el derecho de otros a la vida, a la integridad física, a las libertades fundamentales, es decir a la libertad de conciencia, pensamiento, expresión y religión “.
Raimon Panikkar, por su parte, en su libro Religión y religiones, nos afirma que el encuentro-diálogo entre las religiones, las ideologías y las visiones del mundo es un imperativo humano de nuestros días y nos indica cómo este diálogo constituye, en sí mismo, una actividad religiosa en el sentido de un camino que conduce a los hombres a su plenitud espiritual.
En la misma línea, en Francisco Torradeflot, nos cuenta que: “Panikkar argumenta que el diálogo interreligioso se gesta en etapas que responden a situaciones determinadas: una cierta predominancia del aislamiento y la ignorancia en que cada cultura se nutre con lo que tiene y la alteridad no plantea problemas; la indiferencia y el desprecio (lo propio es mejor y más adecuado que lo ajeno, que genera miedo, sospecha y autodefensa); la condena y la conquista (el otro es visto como una amenaza a la supervivencia); la coexistencia y la comunicación (la etapa de la tolerancia mutua y la comunicación pacífica y sincera en que la alteridad comienza a interesar y se percibe como una riqueza); la convergencia y el diálogo, que conlleva la fecundación mutua, la complementariedad (desaparecen las incompatibilidades), el otro se convierte en parte de nosotros mismos”.
Igualmente, Torredeflot expone como en Cataluña existe un Grupo de Trabajo Estable de las Religiones, formado por representantes oficiales de las tradiciones religiosas y también la Asociación UNESCO para el Diálogo Interreligioso y interconviccional – AUDIR, que lleva seis ediciones organizando La Noche de las religiones, y que ya ha expresado en alguna ocasión que Cataluña es la zona más dinámica y creativa España y del sur de Europa en tema de diálogo interreligioso.
Así pues, este es el objetivo que nos hemos de plantear, no sólo para construir conjuntamente nuevas estrategias de gestión de la diversidad, sino para dejar atrás los procesos de exclusión, discriminación, segregación, fragmentación social o homogeneización cultural. Estas son algunas de las consecuencias de una mala gestión de los retos que plantea la diversidad, cuando el enfoque intercultural intenta evitarlas o no darles respuesta. Por otra parte, el diálogo interreligioso se configura como un elemento de convergencia donde se pone en evidencia la necesidad de un espacio de reconciliación, como nos recordaba el Papa Francisco en su encíclica “Fratello Tutti”: «cada uno juega un papel fundamental en un único proyecto creador, para escribir una nueva página de la historia, una página llena de esperanza, llena de paz, llena de reconciliación “.