La victimización de las mujeres que sufren violencia machista va más allá de estar sometidas a una situación de abuso y de violencia.
Las decisiones más valientes que existen son aquellas que implican convivir con el miedo y la incertidumbre. Y las responsabilidades más injustas que hay son aquellas que responsabilizan a las víctimas de serlo. La mujer víctima de violencia machista se enfrenta a ambas.
En el momento en que una mujer víctima de violencia machista toma la tan valiente decisión de denunciar y hacer explícita su situación, se enfrenta a un largo periplo donde no siempre se la tratará como víctima sino como responsable de serlo. En este caso, sin embargo, será víctima de una violencia institucional y de un sistema judicial y social que aún no está preparado ni construido para abordar la violencia machista desde una perspectiva en la que se coloque al maltratador como principal responsable . Y no es en vano, esta carencia tiene consecuencias directas en la mujer, ya que más allá de sentirse protegida y acompañada, tendrá que enfrentarse a tratos, medidas, decisiones y procesos tales como:
- Ser cuestionada y juzgada administrativa, judicial y socialmente.
- Un sistema de protección saturado, que no puede dar respuesta adecuada a cada una de las situaciones de violencia machista, desprotegiendo así a la mujer que decide denunciar y a sus hijos e hijas, en los casos que tengan.
- Unas medidas judiciales, administrativas y sociales que ponen la mayor parte de la responsabilidad en la mujer, siendo ella por ejemplo la que deberá movilizarse y salir de su entorno, apartándose de su red con las consecuencias emocionales, sociales, y económicas que ello conlleva tanto para ella, como por sus hijos e hijas (en caso de que tengan).
- Un sistema judicial y administrativo que no siempre garantiza ni protege a la mujer de reencontrarse con el maltratador.
- Una red de recursos donde la coordinación no está siempre pensada para proteger a la mujer, ya que se tiene que enfrentar de forma reiterada a la explicación de la situación de violencia vivida, y por tanto a revivirla.
- Un circuito de protección que no siempre se adaptará a los tiempos que la mujer víctima de violencia machista necesita en la toma de decisiones, provocando así una presión cuando la mujer no está preparada para sostenerla.
- Revivir continuamente la situación de violencia y significados asociados, a través de los mensajes de los medios de comunicación y la publicidad.
Y esta mirada injusta es consecuencia de:
- La concepción machista de la violencia de género, del maltratador y de la víctima.
- La construcción de significados machistas asociados al género y las relaciones afectivas, y como esto mediatiza e influye en el trato hacia la mujer víctima de violencia machista, tanto por parte de profesionales como por parte del entorno familiar y social.
- La falta de formación en el conjunto de todos y todas las profesionales implicadas en los circuitos de atención, protección y acompañamiento, tanto judiciales, policiales, sanitarios y sociales.
- El desconocimiento de las consecuencias no sólo emocionales, físicas, sociales, económicas y de riesgo inherentes a una situación de violencia.
- La falta de profesionales especializados y especializadas en violencia machista en órganos y procesos decisorios.
Por tanto, la mujer víctima de violencia machista no es sólo víctima de una situación de abuso y violencia por parte del maltratador, sino que también lo es de un sistema de protección y de una construcción social de la violencia machista.
¿Cómo cambiar la situación?
Es por ello indispensable apostar por el cambio en la concepción y los significados asociados al género, a las relaciones afectivas y a la violencia y sus consecuencias, ya que se convierten en las bases sobre las que los sistemas de protección y acompañamiento deben construirse. Y hay que apostar también por una red donde la coordinación y las buenas praxis sean la garantía de librar a la mujer víctima de violencia machista de la responsabilidad de encargarse de lo que como sociedad no hacemos bien en el abordaje de la violencia machista. Hay que seguir mejorando el sistema actual pensado en acoger y proteger a la mujer víctima de violencia, y a sus hijos e hijas, con un doble objetivo: convertirse en un sistema seguro de protección, acompañamiento y reparador en su totalidad, y dejar de poner el foco en la mujer como única responsable en la salida de la situación de violencia machista.
Y en Cáritas, ¿cómo las acompañamos?
Desde Cáritas trabajamos para acompañar a las mujeres víctimas de violencia machista a través de un proceso en que ellas sean las protagonistas, las que guíen nuestra intervención. Acompañamos desde el respeto a sus tiempos y necesidades, haciéndolas sentir por encima de todo queridas, aceptadas y siempre, siempre protagonistas. Apostando también por una coordinación y colaboración constante con cada uno de los agentes implicados en el proceso de acompañamiento a la mujer.
Y eso se traduce en el acompañamiento a mujeres en diferentes proyectos: las Casas de Acogida, donde específicamente se ayuda a mujeres víctimas de violencia machista. Precisamente este mes de marzo la Casa de Acogida de media estada ha cumplido 10 años de vida, y se ha celebrado con una fiesta donde varias Empresas con corazón (Coca-Cola, La Repuesta, Aramark) y una Escuela con corazón (Jesuitas Sant Gervasi-Escuela Infant Jesús) han colaborado ofreciendo sus productos en especie, o bien sus instalaciones. El proyecto Paidós, en el que se realiza un acompañamiento integral a las familias, y por tanto también a mujeres que sufren o han sufrido violencia machista. Y la atención personalizada que hacemos a través de los profesionales de Cáritas.
Al final, todos queremos lo mismo: acompañarlas desde el respeto y el amor en el liderazgo de su proyecto de vida, un proyecto de vida transformador y lleno de esperanza que se convierte en un proyecto de vida libre de violencia.