Ayuda a necesidades básicas / 05/08/2019

Construyendo ciclos virtuosos

Publicado por: Marta Plujà

En Cáritas hace tiempo que iniciamos un proceso de reflexión para plantearnos cómo ser mejores en la gestión de la ropa y los alimentos, dos ámbitos que están en el ADN de la institución

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Foto: Mikkel Østergaard (wefood Copenhagen)

Históricamente, la distribución de la ropa y los alimentos se planteó como una solución de emergencia ante situaciones de máxima vulnerabilidad. Había que atender las primeras necesidades de personas sin recursos. A estas alturas, cuando se ha superado lo peor de la crisis económica, llega el momento de plantearnos cómo podemos seguir dando cobertura a las necesidades de las familias de una manera más digna: por ejemplo, garantizando que las personas puedan escoger los alimentos que quieren comer. Cambiar de modelo no supone renegar del pasado ni menospreciar el trabajo hecho. Al contrario. Es este bagaje lo que nos ha llevado hasta aquí.

Derroche y especulación contra la pobreza

La Iglesia católica (Cáritas, órdenes religiosas, entidades cristianas de iniciativa privada) ha sido y sigue siendo una de las principales (si no la principal) distribuidoras de alimentos en especie en todo el territorio, también en nuestro país. También las diferentes administraciones han asumido su papel en la respuesta a las necesidades básicas. El Gobierno español, por ejemplo, es uno de los proveedores de alimentos más importantes para las entidades del tercer sector y los vehicula a través del Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA). Con un concurso público, el FEGA compra los excedentes alimentarios de los productores para evitar su despilfarro y los distribuye entre las organizaciones sociales.

Sin embargo, en este proceso se dan algunas contradicciones que hay que señalar. Por un lado, el FEGA sólo suministra alimentos que cumplen criterios de durabilidad, transporte, almacenamiento y conservación. Quedan excluidos los productos frescos (verduras, pescado y carne), lo que dificulta el acceso a una dieta saludable. Por otro lado, con respecto al tipo de sistema productivo, el concurso de compra del FEGA facilita la competencia de grandes empresas y deja fuera a las economías sociales o cooperativas de alcance más local.

Por tanto, el sistema vincula la lucha contra el despilfarro con la pobreza, sin tener en cuenta el derecho a la alimentación, y favorece dinámicas especulativas a la vez que olvida la economía sostenible.

El perverso negocio de la ropa usada

La gestión de la ropa es un negocio que en nuestro país no tenía mucha tradición, pero la crisis económica por un lado y una cierta conciencia medioambiental, por otro, son las claves del éxito del mercado de segunda mano.

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Foto: Fundació Formació i Treball

Por volumen, la ropa es el quinto residuo más importante. Ahora bien, de todo lo que se recoge, el 60% no se puede reutilizar porque está en mal estado, el 36% es reutilizable para la exportación (especialmente en países del tercer mundo) y sólo el 4% se puede reutilizar para a la venta al por menor.

En paralelo a este mercado minorista, se ha generado un negocio al por mayor -con empresas especializadas en la importación, la exportación y la reutilización de ropa de segunda mano- destinado a abastecer tiendas y mercados de todo el mundo. Es un circuito complejo en el que no se desperdicia prácticamente nada y que a menudo se aprovecha de la solidaridad. En resumen, el negocio de la ropa es muy productivo. Por ello, no es de extrañar que, en paralelo a las entidades no lucrativas y las empresas, haya florecido un negocio ilícito que se aprovecha de la solidaridad y del trabajo legal de otros.

Innovar en las ayudas, dignificar vidas

En esta línea, en Cáritas Barcelona pensamos que tanto las ayudas en especie como las ayudas económicas son transitorias, una solución de urgencia mientras las personas y las familias no reciben unos ingresos mínimos que les permitan llevar una vida digna.

La apuesta pasa prioritariamente por las ayudas económicas a través de la tarjeta solidaria, una tarjeta de pago en la que la entidad ingresa el importe de la ayuda y permite que la familia pueda comprar los alimentos donde lo ha hecho siempre, lo que fomenta el comercio de proximidad; elegir qué come según gustos, cultura o salud y preservar la función social de la alimentación (cocinar y comer en familia), y mantener el hábito de administrar el presupuesto familiar, al tiempo que se evita el desperdicio y se fomenta la sostenibilidad alimentaria.

Este es el modelo que se quiere seguir para convertir en virtuoso el ciclo de la ayuda alimentaria, aunque convive con el tradicional de ayuda en especie y no siempre puede sustituirlo. También es el modelo que guía la reconversión del otro gran puntal de la acción social de Cáritas, la ropa de segunda mano.

En Barcelona se empezó a trabajar con ropa de segunda mano en 1986 con lo que sería la semilla de la actual Fundación Formació i Treball y que ha acabado consolidándose como Moda Re- en todo el territorio del Estado.

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Periodista. Técnica del departamento de sensibilización.

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