Este año, la campaña de personas sin hogar 2023 ha girado en torno a un elemento tan importante como es la red, hacer y compartir red, con el objetivo de que nadie quede fuera, sin cobertura.
En estos momentos de hiper conectividad, donde las distancias pretenden ser más cortas, pero en las que cada vez hay más soledad, es imprescindible no olvidarse de las personas con menos oportunidades o que quedan en los márgenes de la sociedad. Ya no sólo se trata de hacer mención y afrontar la brecha digital, sino que va mucho más allá. En esta ocasión, podemos realizar un símil con la situación que vivimos en los primeros meses de pandemia. Por entonces, las consignas llamaban a quedarse en casa y nos esperanzaban con un insistente lema que afirmaba que todo iría bien. Desgraciadamente, con las personas sin hogar, ni lo uno ni lo otro.
Más que nunca, es importante tener presente a las personas que están más desconectadas y sin vínculos relacionales que les proporcionen apoyo, provocando un aislamiento que las hace invisibles y sin posibilidad de salir de este círculo de pobreza y exclusión social. Hablamos de una realidad que se acentúa en el caso de los jóvenes y nos interpela a reflexionar sobre un fenómeno, el sinhogarismo juvenil, que cada vez es más visible y que según todos los datos va en aumento, pero también hablamos de una realidad traumática y dolorosa que se hace más dura y agresiva en el caso de mujeres que la padecen. Hablamos también de la necesidad de acompañar, acompañar a procesos humanos que son lentos, que deben superar dificultades notables y heridas profundas que no se curan de un día para otro, procesos humanos que tienen avances y retrocesos. Es en esta realidad donde es necesario poner la mirada y ser más comprensivo, para transformar lo que pone el freno, en un impulso por avanzar.
Por todo ello, es necesario recuperar la conexión de la sociedad con las personas más vulnerables, dando visibilidad, apoyo e integrando a quienes están y se sienten fuera de todo, no estigmatizando y ofreciendo nuevas oportunidades. Vivir conectado nos salva porque en algún momento, todos nos necesitamos a los demás y nada mejor que una red social de apoyo, bien fuerte y cohesionada, que los mire y los escuche, que reclame y vele por sus derechos, por su protección y por su dignidad.