Espacios como la RAEMH nos permiten construir puentes, tejer alianzas y sembrar esperanza frente a las realidades migratorias en un momento en que es más necesario que nunca.
Del 23 al 27 de junio tuvo lugar en Rabat el encuentro anual de la RAEMH, la Red África-Europa por la Movilidad Humana. Se trata de una red de entidades de Iglesia de toda África y Europa que trabaja para acompañar la movilidad humana en los países de origen, tráfico y destino.
Cáritas Barcelona, a través de la confederación de Cáritas Española, forma parte de esta red y participó en el taller celebrado en Rabat, junto a otros cincuenta personas, para profundizar en la realidad migratoria. Este año, además de compartir el contexto migratorio de cada país participante (Mali, Marruecos, Senegal, Níger, Mauritania, Guinea Conakry, España, Italia, Francia, entre otros), se abordaron temas como el duelo migratorio, la narrativa sobre la inmigración y las dificultades para obtener documentación, así como posibles sinergias para hacerle frente.
Durante la estancia, fuimos acogidos por el cardenal Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat, que nos expuso la realidad migratoria en Marruecos. En este país confluyen personas marroquíes que migran y personas migrantes que provienen de otros países africanos y que están en Marruecos en tránsito, con la intención de llegar a Europa. Esta situación es común en muchos países africanos a pesar de las complejidades como la falta de recursos, los efectos del cambio climático -que empuja a las personas del campo a la ciudad- y la presencia de grupos terroristas en algunas zonas.
Espacios como RAEMH permiten establecer colaboraciones entre entidades y generar oportunidades de trabajo conjunto a lo largo del año. Por ejemplo, de este encuentro ha surgido un grupo de trabajo sobre el cambio de narrativas y un espacio para seguir abordando la situación de las personas indocumentadas. Sin embargo, más allá de los proyectos concretos, la RAEMH es un espacio que construye comunidad y fraternidad con aquellos que, desde diferentes lugares, acogen y acompañan a las realidades migratorias y ayuda a conocer otra cara de la realidad migratoria.
En este sentido, jamás olvidaré lo que nos explicaron los compañeros de Marruecos: parte de su trabajo diario consiste en llamar a las familias de personas que han muerto intentando llegar a las Islas Canarias. Familias que no conocen personalmente y tampoco los conocen a ellos. Esta realidad nos hace tomar conciencia del privilegio que tenemos por el simple hecho de haber nacido en otro continente, algo completamente aleatorio.
Por último, espacios como la RAEMH nos permiten construir puentes, tejer alianzas y sembrar esperanza en un momento en el que es más necesario que nunca. Nos muestran que, en el continente africano, la migración irregular a menudo es la única vía posible frente a la imposibilidad de obtener un visado. Y nos recuerdan que los movimientos migratorios no se detendrán por más trabas legales que se pongan, porque las realidades que viven en estos países son muy duras y continuarán con riesgo para la vida de las personas cada vez más elevados.
Ante esta realidad, como comunidad cristiana, sólo existe una respuesta posible: la fraternidad. Abrir los brazos a nuestros hermanos y hermanas, tanto a los países de origen —para contribuir a transformar su realidad— como a los de destino, convirtiéndose en puentes y siendo acogedores, tal y como nos pide Jesús según Mateo 25,35: “Era forastero, y me acogiste”.