Migración / 07/08/2015

Fronteras interiores. Charla y coloquio “Somos migrantes”. Por Imma Mata, responsable de Migraciónn de Cáritas Diocesana de Barcelona. Julio de 2015.

Publicado por: Cáritas Diocesana de Barcelona

Habiendo escuchado el drama de las dos fronteras exteriores (México/EEUU y nuestra frontera sur), yo hablaré de las fronteras interiores, que desgraciadamente también existen. Yo veo la frontera como algo que separa entre aquí y allá, nosotros y ellos. Y, en este sentido, cuando pienso en fronteras interiores a mí me vienen a la cabeza tres tipos: las invisibles, las legales y las físicas, como los Centros de Internamiento de Extranjeros.

Las legales y las físicas afectan sobre todo a las personas inmigradas que no tienen autorización para residir legalmente en España, mientras que las invisibles las sufren muchísimas personas independientemente de si tienen autorización para residir, es decir, pueden tener autorización de residencia desde hace muchísimos años e incluso puede ser que ya tengan la nacionalidad española.

Cuando hablo de fronteras invisibles me estoy refiriendo al rechazo que sufren muchas personas por el hecho de ser inmigrantes, a veces es un rechazo evidente y agresivo, y otras veces mucho más sutil. Desgraciadamente os podría poner muchísimos ejemplos, pero sólo os mencionaré tres de ellos:

El primero, es del trato discriminatorio que muchas veces reciben por parte de la Administración. Un ejemplo muy ilustrativo es el siguiente: un día, un grupo de trece jóvenes de unos 20 años estaban haciendo ruido en un portal de Barcelona. Los vecinos, molestos, llamaron la Guardia Urbana. La Urbana se presentó, les identificó, y les dijo que recibirían un multa de 15 euros. Pasados unos meses, todos recibieron la multa, pero no todas las multas eran de la misma cantidad. Once chicos españoles la recibieron de 15 euros, otro chico español, de origen marroquí y evidentemente con nombres marroquíes, la recibió de 55 euros y un chico marroquí, con autorización de estancia en España como estudiante, también la recibió de 55 euros. El motivo de la multa era igual para todos (hacer ruido y consumir bebidas alcohólicas), pero el importe variaba según su origen: 15 euros para los chicos con nombres españoles y 55 para los chicos con nombres marroquíes.

¿Cómo creéis que se sintieron estos dos chicos? Estamos hablando de jóvenes de 20 años… Si nuestra sociedad les excluye así, quizás encontrarán otra que les hará sentir alguien…  Otro ejemplo frecuente es el de la persona a quien no se le alquila un piso, porque ha venido de otro país. Varias veces me han explicado que cuando llaman por teléfono, porque han visto que se alquilaba un piso, la respuesta del propietario es “ya está alquilado” o simplemente se les cuelga al escuchar  que tienen un acento diferente. Cuando posteriormente llama un español y ni se les cuelga ni les informa de que está alquilado.

Y el tercer ejemplo, es el de cuando se trata a los extranjeros como delincuentes. Tengo una amiga casada con un chico de Guinea-Bissau y un día, paseando por el paseo de Gràcia, vio que una señora que estaba delante hizo un gesto exagerado cogiendo la bolsa, al percatarse de reojo que él iba detrás.

Éstas son fronteras invisibles que afectan mucho a las personas y que pueden llegar a ser mucho más crueles que las fronteras legales o físicas, porque tanto las fronteras legales como las físicas se pueden llegar a superar y, una vez superadas, van quedando atrás. Pero las invisibles siguen allá, a diario, y te pueden acompañar toda la vida. En este punto, la sociedad de acogida, todo nosotros, tenemos un papel fundamental. Un día leía que los hijos y nietos de la inMigraciónn se sienten integrados en un país en función de cómo se acogió a sus abuelos, y me parece muy acertado. Si tratamos mal a la primera generación de inmigrantes, es muy probable que estas personas tengan un rechazo hacia nuestro país y lo trasladen a sus hijos y nietos, mientras que si los tratamos como iguales y con respeto, les será mucho más fácil sentirse parte de nuestra sociedad. Lo mismo les sucederá a sus hijos y a sus nietos.

Este es un factor importantísimo para la cohesión social de hoy y del futuro, para una buena convivencia. Vivimos momentos muy duros debido a la crisis económica, y las personas inmigradas todavía lo tienen más difícil. Po ello, es muy probable que el día de mañana estas personas digan: “Lo pasamos muy mal, no teníamos trabajo”, pero sería imperdonable que dijeran “nos trataron muy mal”.

Pero a parte de estas fronteras invisibles, hay las legales y las físicas, como los Centros de Internamiento de Extranjeros, que afectan sobre todo a los inmigrantes que no están autorizados a residir legalmente en España, los que normalmente denominamos inmigrantes irregulares (sobre todo no ilegales, porque nadie es ilegal). Son personas que pueden haber llegado de Ceuta, Melilla, Canarias, o a través del aeropuerto del Prat. Pueden haber entrado como turistas, y se han quedado en España después del periodo permitido a los turistas, que normalmente es de tres meses.

¿Qué significa ser irregular en nuestro país?

– Que no puedes estar, por lo tanto que tienes que ser invisible, sobre todo a los ojos de la autoridad policial porque si te ven y te detienen, pueden llevarte a un Centro de Internamiento para ser expulsado en cualquier momento.

-Que no puedes trabajar.

-Que no tienes ninguna ayuda social, excepto el poder ir a un comedor público o, en una situación de urgencia, poder dormir en un albergue.

-Que no tienes derecho a las ayudas de vivienda.

-Que no puedes recibir formación, a menos que seas menor de edad.

Todo esto hace que el inmigrante irregular esté en una situación muy vulnerable y frágil, que viva con mucho miedo a ser detenido y expulsado. He conocido personas que, por el hecho de ser de diferente color o tener disparos asiáticos, no salían de casa. También hace que muchas veces sufran situaciones de explotación laboral, porque se ven obligados a trabajar en la economía sumergida y en este ámbito no siempre se respetan los derechos laborales: muchas veces se cobran sueldos de miseria, se hacen jornadas larguísimas y no se tienen días de descanso ni de vacaciones.

Como sociedad, creo que tenemos que luchar para que todos tengamos los mismos derechos y deberes y se nos trate con la misma dignidad. Seguramente las fronteras legales y físicas son más difíciles de vencer, pero las invisibles dependen exclusivamente de nosotros.

 Muchas gracias.

Imma Mata y Burgarolas

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