Acoger, promover, proteger e integrar. Estas son las cuatro acciones que pide el Papa Francisco hacia los migrantes y refugiados
Cada lunes, voy junto con un compañero, al Centro de internamiento de extranjeros, conocido popularmente como CIE. La razón de nuestra visita es el de la asistencia religiosa, aunque la mayoría de los que están internados son de religión musulmana. La pregunta es ¿qué hacemos? Pues muy sencillo, escuchar y acompañar, les facilitamos que algún voluntario de Migra studium los vaya a visitar. Si es posible nos ponemos en contacto con sus familias. Escuchamos historias de vidas que todas ellas tienen un componente trágico. Los internados se encuentran en el centro por una misma causa: no tienen “papeles”. Todos, en un pasado más o menos reciente habían tenido un sueño, una ilusión, disfrutar de una vida digna que les era negada en su país de origen. Todos han realizado un viaje que tenía por meta llegar a Europa. Se imaginaban el viejo Continente como la tierra prometida donde encontrarían trabajo, alojamiento, educación para sus hijos… Los encuentras en el CIE, totalmente vencidos, se han gastado lo que tenían o no tenían, muchos han arriesgado la vida haciendo travesías por el mar, estafados por mafias, que les han cobrado cantidades de dinero que superaban todas sus posibilidades. Ahora, cerrados, van viendo pasar los días, algunos, aunque mantienen una brizna de esperanza, tal vez no los deporten. La inquietud ante la incertidumbre es muy grande. Saben que hay un máximo de sesenta días para que el juez decida.
En el CIE las horas pasan muy despacio. Algunos se consuelan pensando en sus familias, otros ya hacen planes para volver otra vez en caso de que sean expulsados. Ante esta realidad se impone una reflexión, y unas preguntas: ¿No somos todos hijos del mismo Dios? ¿No tienen derecho a tener las mismas esperanzas que tenemos los hombres y mujeres del llamado primer mundo? Nosotros, como seguidores de Jesús, ¿no debemos quererlos como a nosotros mismos? Y como nos recordaba el Papa Francisco, en su memorable viaje a la isla de Lampedusa, Dios nos interrogará a cada uno de nosotros, como hizo en Caín, todo preguntándonos, ¿dónde está tu hermano?
El papa Francisco nos ha recordado que en Europa se rompen puentes y se construyen muros, y también que la solidaridad es una palabra que se quiere sacar del diccionario. Vergüenza es lo que deberíamos tener todos ante el drama de los refugiados y los migrantes. No podemos restar insensibles ante las noticias que cada día nos transmiten los medios de comunicación. No podemos estar impasibles, cuando se nos informa de que cada día son más los que intentan entrar en nuestra casa y son internados en edificios destinados a prisión, y que países como Libia (que por cierto, han cobrado de la Unión Europea, para que no dejen pasar a los refugiados), los venden como esclavos y mucho más.
En este año el Papa Francisco, en su mensaje con motivo de la Jornada mundial del migrante y refugiado, nos exhorta con cuatro verbos: Acoger, promover, proteger, integrar. Os propongo “compartir el viaje, compartir la vida”. Todo un programa, si somos capaces de mirar a los ojos a nuestros hermanos migrantes o refugiados y darnos cuenta de su sufrimiento, seguro que lo podremos hacer.