Tener trabajo no supone tan solo tener una fuente de ingresos que permite a las personas y a sus familias tener una relativa autonomía para tomar decisiones por ellas mismas, sino que también es un instrumento para poderse sentir realmente integradas, que refuerza el sentido de pertenencia y que las hace sentir útiles, en tanto que son capaces de aportar y recibir de la sociedad y de su entorno. El trabajo es pues un elemento de dignidad personal. Y es desde este enfoque que el Programa de formación e inserción sociolaboral de Cáritas Diocesana de Barcelona trabaja desde hace más de 30 años.
A lo largo de estos años Cáritas se ha ido adaptando a las necesidades de las personas atendidas y uno de los colectivos a los que acompaña para mejorar su situación laboral es el de los jóvenes, teniendo en cuenta que detectó en los primeros años de la crisis que muchos jóvenes de la diócesis no tenían trabajo o no podían acceder al mundo laboral. Esta realidad también se hizo patente para el cardenal de Barcelona Dr. Lluís Martinez Sistach, que en el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal, en noviembre de 2010, promovió el proyecto “Joves a l’atur” y encargó a Cáritas la coordinación de la ayuda para jóvenes en esta especial situación.
Uno de los servicios que Cáritas ofrece a estos jóvenes, con la ayuda del Centro de formación profesional de oficios Sinergia, es el contrato para formación y aprendizaje que les permite conseguir un empleo a través de formación reglada. Con este modelo, chicos y chicas menores de 30 años, sin formación, con poca formación o no reconocida oficialmente, trabajan y aprenden simultáneamente. Dedican un 75% de la jornada a trabajar en una empresa (por las mañanas) y el 25% restante a formación. De esta forma disponen de unos ingresos necesarios para su subsistencia, adquieren experiencia en el mundo laboral y además reciben una formación muy profesionalizada que al final del proceso les acredita con una certificación profesional. La suma de todos estos elementos aumenta la capacidad de los participantes que salen al mercado laboral con unas habilidades y experiencia práctica que les permite tener más oportunidades de encontrar empleo.
La duración de la formación es de un año. Durante este tiempo, muchos jóvenes a la vez que trabajan y se forman, también recuperan la confianza en sus capacidades y habilidades, gracias a la ayuda de los formadores, implicados con ellos y que les estimulan a seguir adelante.