Formación e inserción laboral / 01/07/2019

El despertar, la fase final de la crisis

Publicado por: Santiago Niño Becerra
El economista Santiago Niño Becerra escribe en nuestro blog y apunta que estamos en la tercera fase de una crisis que comenzó en 2007, un periodo en el que mantener la paz social ya no será un objetivo
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Foto: Julian Hochgesang – Unsplash

En 2007 el modelo económico y social que había estado vigente desde la posguerra de la 2a guerra mundial se agotó. No fue algo excepcional: en los últimos 2.000 años el agotamiento del modelo en uso se ha dado en varias ocasiones, la última en 1929; y siempre que esto ha sucedido, los años que siguen son duros, inciertos y carentes de expectativas, en principio hasta que un nuevo modelo es diseñado e implementado.

Hoy nos encontramos en el lapso de tiempo que media entre el agotamiento del modelo antiguo y la implementación del nuevo, un lapso de tiempo que es una crisis sistémica. Tal como detallo en mi libro recientemente publicado El Crash. Tercera Fase (Rocaediciones, Marzo 2019) nos encontramos en el inicio de su tercera fase y que comenzó a manifestarse a mediados de 2018.

¿Tercera fase? Sí

En 2007 se manifiesta la crisis y se inicia una fase 0: la de las ‘ilusiones ilusorias’. Cuando los gobiernos pensaron que poniendo fuerza en un gasto público desaforado se podría recuperar el empleo, la renta y el crecimiento. El resultado fue un aumento brutal del déficit público y el aumento de las primas de riesgo de las deudas públicas, sobre todo en algunos países, como España.

En 2010 se inicia la fase 1, la de ‘la austeridad’. Instituciones y Gobiernos vieron que el aumento del gasto público no resolvía nada y se entró en una fase de recortes de gasto que tuvieron efectos devastadores sobre la renta de las familias. (Estados Unidos, apoyado en la preponderancia del dólar, continuó con sus estímulos, y China y Japón, aunque con bases diferentes, también).

Llegado el año 2012, la fase 2, la de ‘las anfetas’. El Banco Central Europeo comenzó con las inyecciones masivas de dinero gratis -“anfetaminas”- que supusieron la aparente recuperación de la actividad y la confianza, hasta que a mediados de 2018 se demostró que esta vía se encontraba agotada; pero había ganado tiempo para diseñar el nuevo modelo.

La fase 3 ‘el despertar’ será la fase final de esta crisis. Se demostrará que la deuda es impagable, se utilizará la guerra comercial como arma defensiva, se manipularán los tipos de cambio con el fin de arañar algo de competitividad, será el momento de limpiar los balances de las entidades bancarias,…

¿Qué significa la tercera fase?

Dos años de implementación del nuevo modelo: el aterrizaje, la desconfianza, el cambio en la conceptualización financiera, en la valoración de lo que tiene valor (recursos, alimentación, …), la crisis de la deuda, la crisis tecnológica, la constatación de que el trabajo cada vez vale menos… la percepción de que ya no hay marcha atrás.

Cuando se cumplan dos años de aplicación será cuando ‘la calle’ se entere de lo que significa este nuevo modelo: paro estructural, subempleo, aplicación de la Inteligencia Artificial, robotización, concentraciones de compañías, recortes en el Modelo de protección social, delimitación de zonas viables, polarización social, implementación de la Renta Básica (RB) o estudios en profundidad para su puesta en marcha ante el aumento de desigualdad…

Y a los dos años de imposición ya no será un objetivo mantener la paz social: ‘que cada uno cargue el muerto’, puesta en marcha definitiva de la renta básica, oligopolización de actividades…

¿Y después, qué?

Después la estabilidad, el fin de la volatilidad y la consecución de una ‘Nueva Normalidad’ en que ‘lo normal’ ha cambiado: no todo el mundo es necesario para generar PIB ni todo sucede en unos nos llamados Estados a través de personas concretas. Lo normal pasa a ser la concentración de poder económico en muy pocas manos, el establecimiento de áreas viables, y el beneficio a partir del concepto de ‘grupo‘.

Y la consolidación de la desigualdad: hoy en Estados Unidos, el 1% más rico de la población controla el 24% de la riqueza, el mismo porcentaje que en 1924; en España el 20% más rico de la población ostenta la propiedad del 69% de la riqueza mientras que el 20% más pobre sólo es propietario del 0,1%. Esto deja a la renta básica y a las organizaciones caritativas la tarea de mitigar la pobreza de una parte de la población cada vez más -en términos económicos- no necesaria.

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Catedrático de Estructura Económica en la Universidad Ramon Llull.

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