Familia e infancia / 20/02/2017

Aprender jugando: una combinación de éxito

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A pesar de ser viernes por la tarde, los niños del refuerzo educativo de Masnou tienen energía para dos horas de actividades, ocio y aprendizaje

El refuerzo educativo de Masnou se inició en 2012. Hace cinco años, Cáritas Diocesana de Barcelona constató que había la necesidad de implementar un refuerzo educativo en la población de Masnou. Desde entonces, dos educadoras y una integradora social trabajan para que los niños y niñas que acuden puedan disfrutar de un espacio donde hacer los deberes, aprender rutinas y reforzar los lazos de la amistad.

La veintena de niños y niñas que asisten al refuerzo son, en buena parte, hijos de familias que reciben el apoyo de Cáritas de Masnou. “El refuerzo educativo incide sobre problemas de carácter social y conductas de carácter relacional. Se trabaja en grupos reducidos para ofrecer una atención y respuesta individualizada”, nos indica Paola Latorre, responsable territorial del Maresme.

Los grupos los forman alumnos de seis a doce años, y realizan las actividades con independencia de su edad. Los alumnos llegan al centro hacia las cinco de la tarde, y siempre siguen unas rutinas preestablecidas. “Es muy importante que los niños y niñas aprendan hábitos y rutinas que posiblemente no aprenden en casa. En la mayoría de los casos, los niños no cuentan con un espacio donde hacer los deberes o recibir la ayuda de los padres”, explica la Minerva, educadora social del refuerzo educativo.

Al llegar al centro, los niños dejan las mochilas, se sientan en círculo y deciden quién será el protagonista de la jornada. El alumno protagonista debe colocarse en el centro del círculo y explicar algo positivo y negativo que le haya pasado durante el día. “La actividad consigue que los niños y niñas entiendan que en la vida hay cosas que nos gustan más o menos, pero que entre todos podemos solucionar muchos de nuestros problemas”, dice la Minerva.

A la hora de la merienda, los alumnos aprenden a hablar sin gritar, conocen nuevas canciones y establecen a quién le tocará recoger la mesa, pasar la escoba y ordenar las sillas. Una vez terminada la merienda, los alumnos hacen los deberes en diferentes aulas. Mientras finalizan las tareas de la escuela, preguntamos a los niños y niñas sobre el refuerzo educativo.

Kholot, de ocho años, nos cuenta que durante el refuerzo le gusta jugar, la merienda y hacer actividades, pero no le gusta hacer los deberes, especialmente los de catalán e inglés. Wasina nos explica que le gusta venir porque asegura “pasarlo muy bien”. Loay dice que le gusta jugar al fútbol y Fátima y Chaim son de las pocas que afirman disfrutar con los deberes. Cuando les preguntamos que querrían ser de mayores, una de las niñas dice que quisiera ser una “estrella famosa”, otra que estudiará derecho y entre los niños hay quienes quieren ser bomberos o inventores. Una vez finalizadas las tareas de la escuela, los niños tienen un rato de recreo donde comparten juegos y actividades hasta la hora de irse.

Antes de despedirnos, preguntamos al padre Ignacio Fuster cuál es la valoración que hace del proyecto en Masnou. Fuster indica que el papel de la iglesia es “estar atenta a las necesidades de los municipios”, y que lo más importante es contar con una buena coordinación con las escuelas y los servicios sociales del pueblo. En conclusión, Fuster hace una valoración muy positiva del refuerzo educativo, y cree que se necesitan más proyectos como este en todos los pueblos y ciudades de la diócesis.

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