Entrevista a Robert Capella, voluntario en Cáritas Diocesana de Barcelona

El refuerzo educativo de Santa María de Sants permite que niños y jóvenes que tienen dificultades académicas encuentren un espacio de acompañamiento, confianza y aprendizaje personal. Aquí no solo se hacen deberes; se construyen vínculos, se escucha y se enseña a creer en uno mismo.
Este proyecto nació a finales de 2015, cuando un grupo de personas voluntarias del barrio de Sants detectó la necesidad de ofrecer apoyo educativo a niños y adolescentes con pocas oportunidades. “Empezamos con la idea de organizar un refuerzo sencillo, pero vimos que hacía falta mucho más que ayudar a hacer deberes, hacía falta acompañarlos”, explica Robert Capella, ingeniero industrial y voluntario desde el primer día.
Hoy, el proyecto cuenta con una treintena de personas voluntarias y más de cincuenta alumnos, muchos de ellos recién llegados, especialmente de Marruecos y Latinoamérica. “Los primeros días algunos no entendían ni catalán ni castellano”, recuerda Robert. Por eso, el trabajo individualizado es clave: cada alumno tiene a su voluntario referente, con quien establece un vínculo de confianza y seguimiento constante. “El modelo de un alumno por voluntario nos permite escuchar, adaptarnos y hacerles sentir importantes”, añade.
A medida que el proyecto ha ido creciendo, también lo ha hecho su comunidad. Las personas voluntarias no solo ayudan con los deberes, sino que también se convierten en personas de confianza y acogida para familias que, a menudo, necesitan orientación y un espacio seguro donde sentirse escuchadas. “Muchas madres y padres nos dicen que aquí sus hijos se sienten escuchados y valorados”, y eso hace que el refuerzo sea un punto de encuentro que fortalece el barrio.

Pero más allá de los libros y los ejercicios, el refuerzo educativo es una ventana de inclusión social. Muchos de los niños encuentran allí un espacio donde alguien les espera, les pregunta cómo están y cree en sus posibilidades. Algunos antiguos alumnos han llegado a la universidad, y otros han vuelto para hacer voluntariado. “Es muy emocionante ver cómo chicos que vinieron buscando ayuda, ahora vuelven para ofrecerla”, añade Robert.
Con casi una década de trayectoria, el refuerzo educativo de Santa María de Sants se ha convertido en un punto de encuentro donde todo el mundo aprende algo: los niños, a superarse; y las personas voluntarias, a mirar la vida con otros ojos. “Yo vine para ayudar, pero cada semana salgo con la sensación de que quien más recibe soy yo”, confiesa Robert. Una frase que resume el espíritu de este espacio: hacer crecer personas a través del compromiso, la paciencia y la esperanza compartida.

