Teresa y Antonia son monjas Vedrunas. A sus noventa y ochenta años son un ejemplo de los valores y actitudes de Cáritas, y hoy os queremos hacer llegar su testimonio.
Teresa se hizo monja en 1951. “Cuando empecé éramos 77 novicias en Barcelona. Ahora sólo hay una en Madrid, todo ha cambiado mucho” nos indica. El carisma de las monjas Vedrunas se centra en el cuidado de los enfermos y en la educación, y durante toda su vida Teresa ha estado al servicio de los más desfavorecidos. “Empecé el voluntariado con los más necesitados a la obra benéfica l’Hora de Déu, una entidad del Raval desde la que repartía comida. Después de llevar a cabo esta tarea durante 30 años, unos voluntarios me pidieron si quería ser voluntaria de Cáritas, y les dije que sí sin pensarlo dos veces”. Hasta hace poco, Teresa ha estado repartiendo alimentos en un almacén situado en la Via Laietana de Barcelona para toda aquella gente que acudía a Cáritas. “A mis noventa años ya estoy jubilada del todo – explica con una sonrisa en los labios – pero cuando volvía del voluntariado pensaba en todo lo que me enseñaban las personas que ayudábamos. Siempre he pensado que recibimos más de lo que damos”.
Por otro lado, Antonia estudió magisterio, y mirando el catálogo de las escuelas Vedrunas nos indica que en Barcelona tienen tres colegios. “Todas las escuelas Vedrunas colaboran con Cáritas, y cuando era profesora llevaba a mis alumnos a visitar el Cottolengo del Padre Alegre. Es muy importante que los jóvenes conozcan el valor de ayudar a los demás” nos cuenta. Un día por semana, Antonia hace de voluntaria en la Cáritas Parroquial de Sant Oleguer visitando y acompañando a personas mayores que viven solas en residencias de la tercera edad.
Cuando les preguntamos que simboliza por ellas Cáritas nos indican que “El sentimiento de ayuda mutua proviene de la comunidad y todos somos parte de esta comunidad: es necesario que nos ayudemos unos a otros, y este es el simbolismo de Cáritas.”