David Madden, profesor de sociología a la London School of Economics y coautor con Peter Marcuse del libro ‘In Defense of Housing’, habla con el periodista y voluntario de Caritas Stephen Burgen sobre cómo la vivienda como bién inmueble ha cogido prioridad sobre la vivienda como derecho básico y lugar donde vivir.
Según las Naciones Unidas, la población sin hogar del mundo está entre los 100 y los 1.000 millones de personas y, sin embargo, en muchos países no hay escasez de viviendas; El problema es que la gente no puede pagarlas.
En su libro, los autores argumentan que la crisis de la vivienda es un resultado predecible y coherente porque la vivienda “no se produce y distribuye con el fin de que todo el mundo tenga un lugar donde vivir; se produce y distribuye como una mercancía para enriquecer una parte de la población”.
“Las raíces de la crisis de la vivienda se encuentran en el enorme aumento de la desigualdad y la reorientación del sistema de vivienda hacia diferentes objetivos“, dice David Madden. “Históricamente, la vivienda no se veía predominantemente como un instrumento financiero, pero en las últimas décadas hemos visto un cambio de perspectiva: se ve la vivienda como un mecanismo para ganar dinero y, cada vez, los aspectos sociales pierden más y más importancia”.
Los autores también argumentan que esta mercantilización significa que la función de la vivienda como mercancía tiene prioridad sobre su utilidad como un lugar para vivir. “Cuando esto sucede, el papel de la vivienda como una inversión supera todas las otras facetas de la vivienda: el derecho, la necesidad, la tradición, el precedente legal, el hábito cultural o el significado ético y afectivo del hogar”.
Según Madden, “este cambio se debe a ciertos tipos de acuerdos entre intereses privados y el estado. El sistema ya no funciona para aislar la vivienda de las fuerzas del mercado, sino que busca privilegiar a los actores del mercado.
Tratar de dejar que el mercado resuelva el problema no es una estrategia inteligente, dice Madden, dado que los mercados de vivienda no responden a la necesidad de vivienda, responden a la capacidad de pagar por la vivienda, que es un tema muy diferente. “Necesitamos repensar la vivienda para satisfacer las necesidades residenciales y no solo como una herramienta para la acumulación financiera.”
“En última instancia, el problema de hacer de la vivienda una mercancía es que, como tal, el espacio vital se distribuirá en función de la capacidad de pago y se proporcionará en la medida en que produzca beneficios“, escriben Marcuse y Madden. “Pero la capacidad de pago es desigual, mientras que la necesidad de un lugar para vivir es universal. Por lo tanto, hay una contradicción inevitable.”
Entonces nos preguntamos, que se tiene que hacer? Los movimientos de viviendas de base, como la Plataforma de Afectados para la Hipoteca (PAH) y el Sindicat de Llogaters pueden tener un papel clave en la organización y también en la sensibilización sobre el tema. Sin embargo, un problema es que los movimientos de vivienda tienden a ser muy locales, mientras que el capital que está impulsando el mercado de la vivienda es global y es difícil para los grupos locales escalar su ámbito de actuación.
Si no queremos continuar con el aumento inexorable de la falta de vivienda y la vivienda insegura, tenemos que resolver el “conflicto entre la vivienda como vivienda, el espacio social y la vivienda como instrumento para la obtención de beneficios, un conflicto entre la vivienda como hogar y como bien inmueble”.
“El primero que tienen que hacer los gobiernos municipales y nacionales es dejar de empeorar el problema, dejar de vender viviendas municipales y dejar de recortar los servicios sociales,” dice Madden. “Los inquilinos necesitan una mejor protección y la proporción de viviendas sociales.”