Este proyecto, en el corazón de la Barceloneta, acoge hombres que han sobrevivido en la calle, se los escucha, y se los acompaña para que recuperen la confianza en sí mismos.
“La calle es otro mundo, una selva. Tienes que poner 40.000 ojos si quieres sobrevivir”. Pedro expresa con estas impresionantes palabras su experiencia de 13 años durmiendo en bancos, cajeros automáticos… Dos décadas en las que su vida ha sido llevada al límite encarándose con el miedo a la soledad y la desesperanza. Su historia dibuja el laberinto por el que se pierden las personas que acaban en esta situación, y que es fruto de una conjunción de factores estructurales y vitales como la muerte de un familiar cercano, una separación, la pérdida del trabajo, etc. A Pedro le sorprendieron la incertidumbre y la fragilidad, que hicieron tambalearle su vida y arrastrarlo a malvivir en la calle. Ahora hace un año que está en Sostre, un hogar para hombres que, como él, forman parte del paisaje nocturno de ciudades como Barcelona, donde los últimos años cada vez es más frecuente encontrar personas pasando la noche en la calle.
Sostre depende de la parroquia de Sant Miquel del Port, de Barcelona. La educadora social que cada día vela por su funcionamiento, Marina Quinto, explica que el proyecto nace de la iniciativa de vecinos y vecinas de la Barceloneta, “que tras la fuerte crisis económica de 1992 empezaron a detectar que cada vez más personas del barrio quedaban en la calle”. Consciente de esta situación, el antiguo rector cedió los espacios donde ahora se ubica Sostre y dejó que mientras los voluntarios condicionaban el espacio comenzaran con el proyecto de acogida en la propia iglesia en uso. Actualmente, se atiende a seis hombres.
Para ellos, este espacio es su hogar. Se sienten acogidos, acompañados y, sobre todo, queridos. “Nadie les pregunta que les ha pasado; poco a poco, van contando sus historias “, explica Marina, que también detalla la rutina de la casa:” Llegan por la noche, y se están hasta las 9 de la mañana. Allí cenan, duermen, desayunan y se duchan”. Sostre nace para acoger a aquellos hombres que difícilmente pueden asistir a otros servicios ya que son personas mayores que llevan años viviendo en la calle y con frecuencia tienen una adicción con el alcohol.
La magia del voluntariado
La magia de este proyecto se da con el voluntariado, que es quien ha creado y constituye la estructura del mismo. Cada día y sin excepción, dos personas voluntarias pasan la noche para estar al lado de los que como Pedro no tienen donde estarse. Son su familia y los abrazan con el calor de un hogar. Montserrat Calvet, que lleva 8 años, explica que la experiencia la enriquece y le ha hecho comprender la realidad de las personas que viven esta situación: “A menudo -explica- acaban llegando por múltiples factores y, muchos de ellos tienen que ver con una infancia difícil. O bien porque su familia era pobre, o bien porque sufrían maltrato o bien porque subieron en un entorno donde no había entendimiento, etc.”.
Sostre es una de las expresiones del amar sin esperar nada a cambio, del amor incondicional. Es el hogar que abre la puerta y que nutre el calor de la escucha, de la ternura, de la comprensión y de la auténtica compasión. Sostre es la casa de Pedro, el cobijo de la solidaridad de los voluntarios y voluntarias que lo hacen posible y el espacio donde Marina despliega su vocación de acompañar a las personas que están más solas.
