Hace 75 años que Cáritas se preocupa por la gente mayor. Desde los inicios de la entidad, se visitaron 32.000 personas mayores casa por casa para analizar sus necesidades. Las conclusiones fueron desoladoras
Con la publicación del estudio “Un aspecto de la marginación en nuestro país. Los beneficiarios del FAS “(1983) se puede decir que se creó formalmente el programa de personas mayores de Cáritas Barcelona.
No quiere decir que no se hiciera intervención social con este colectivo antes, pero sí después del conocimiento de la realidad que aportó este estudio sobre un grupo de población extremadamente vulnerable y olvidado, se sistematizó una manera de trabajar que ha llegado a día de hoy.
El FAS (Fondo de Asistencia Social) era un programa benéfico de asistencia sin derecho a cobertura sanitaria creado en 1962 y dirigido a las personas mayores de 75 años que, por diversos motivos, no percibían ningún ingreso ni tenían ninguna propiedad y que más tarde se amplió obviando la edad. En ese momento inicial era de 320 ptas. (El salario mínimo estaba fijado en 300 ptas.). Este estudio, sin embargo, no se hizo hasta veinte años después, en 1982.
Fruto del trabajo de las profesionales de Cáritas se conocía que los beneficiarios del FAS malvivían con unos ingresos exiguos (el año del estudio eran 5.550 ptas., Por debajo de las 7.410 ptas. del salario mínimo de ese momento), pero no se sabía cuán grande era este colectivo, ni qué características específicas tenía. Querer saber para mejorar la intervención es una de las constantes en Cáritas. Así que no se paró de insistir hasta encontrar la financiación que permitiera adentrarse en una realidad tan cruda. El Departamento de Sanidad y Seguridad Social de la Generalidad de Cataluña facilitó el listado de las personas que recibían el FAS y colaboró económicamente, al igual como lo hizo la Caja de Barcelona a través de su Plan de ayudas a la investigación .
Se visitaron casi 32.000 personas. Casa por casa. La mitad en la ciudad de Barcelona, la otra mitad en todos los municipios de la diócesis, que entonces se extendía por las actuales diócesis de Sant Feliu y Terrassa. Una encuesta muy extensa que dio unos resultados que no esperaban ya que fueron bastante desoladores.
Perfil de los beneficiarios del FAS
- El 37% de más de 75 años
- 47% de viudas
- 21% vive en soledad (en casa, en residencia o de realquiler)
- 40% con la salud muy frágil
- 36% con problemas de movilidad
- El 64% sólo cuenta con el FAS
Más allá de los datos, detrás de cada cifra había historias personales: Eugenia, Pepeta, Antonio… Y las trabajadoras sociales que participaron y que se hicieron cargo de la atención de estas personas recuerdan con cierta tristeza.
Su relato está lleno de recuerdos que evocan la extrema pobreza en la que llevaban años viviendo aquellas personas, vecinas olvidadas, protagonistas de la “pobreza vergonzante” que acababa de ver la luz.
Hablamos del Raval, de las drogas y la prostitución, del Eixample de las criadas, del mundo de la farándula del Poble Sec o la migración interior que se había instalado en Ciutat Vella o la Barceloneta. Un mundo que afloraba a través de la mirada de unas trabajadoras que en muchos casos habían acabado los estudios y apenas empezaban su vida laboral.
Se encontraron personas habitando pisos miserables, llenos de chinches y pulgas o ratas, sin las mínimas condiciones de salubridad. Personas que se habían ido empobreciendo con el paso de los años, escondidas de los ojos del vecindario, a menudo por vergüenza, que no podían hacerse cargo de las reparaciones más básicas para acondicionar mínimamente las viviendas. Y arrendatarias que luchaban contra el deseo de los propietarios de verlas fuera para subir los alquileres o víctimas del chabolismo vertical, viviendo en casetas clandestinas en las azoteas.
Un estudio que impulsó la creación de una cooperativa
Este estudio, además de servir para ayudar a crear las líneas maestras de la intervención social con personas mayores, también fue una oportunidad para la inserción laboral de un grupo de mujeres que recibían ayudas de parroquias, y que lo único que querían era trabajar, no una bolsa de comida ni caridad.
Las necesidades de ayuda domiciliaria de muchas de las personas que se visibilizaron con el estudio del FAS, llevaron a la creación de la cooperativa Feines de casa, con estas mujeres que querían trabajo. Podríamos considerarla como la primera experiencia consolidada de verdadero trabajo comunitario.
De aquella experiencia se acabaron desarrollando la gran mayoría de servicios del programa de vejez de Cáritas: la ayuda en el hogar, el acompañamiento a domicilio o residencia, los grupos de tramados de vida, las vacaciones de verano, etc.
Pero no tuvo sólo una repercusión interna. Podríamos decir que fue, también, una primera experiencia de incidencia política. Por un lado, los servicios sociales del sistema público que se estaban configurando tomaron de modelo servicios que se habían implantado desde Cáritas. Por otro, de todo aquel trabajo acabó resultando la implantación de las pensiones no contributivas, que vinieron a mejorar las condiciones de vida de las personas que no habían cotizado. Es decir que aquella fue una experiencia realmente transformadora, convirtiendo un prestación benéfica en un derecho subjetivo.
NOTA: Quiero agradecer la colaboración de Carme Ferreiro, Carme Gargallo, Azucena Molinos, Marta Nubiola, Anna Selva, trabajadoras sociales que comenzaron su carrera laboral en Cáritas en aquellos momentos. También, a M. Carmen Moya, una de las trabajadoras familiares que fundó la cooperativa Feines de casa. El testimonio de todas ha sido imprescindible para elaborar esta información.