Victoria es la protagonista de esta historia. Nacida en Badalona hace 65 años, hace tres que se mudó a un piso compartido de Cáritas Diocesana de Barcelona situado en el barrio del Raval. Posteriormente, ha ido a vivir en una unidad de convivencia de la misma entidad en el centro de Barcelona. Le gusta invertir su tiempo a pasear por las calles y participar en los Tramats de vida de Cáritas una vez a la semana.
Victoria pertenece a uno de los colectivos más vulnerables de nuestra sociedad: la gente mayor. Este grupo está formado por 1.400.000 personas que tienen 65 años o más en Catalunya, de las que un 21% viven solas. Pero, de esta cifra, ¿cuántas viven en primera persona la soledad no deseada? En Catalunya hay 294.000 personas que viven solas y de estas hay un 60% que no quieren vivir de esta manera. La soledad no deseada es aquella que afecta mayoritariamente a mujeres que han perdido su pareja, que nadie contacta con ellas o que no tienen ninguna red familiar.
La población catalana de 65 años o más ha aumentado de manera progresiva y constante en las últimas décadas. Este aumento ha ido ligado con el incremento del porcentaje de personas mayores que se encuentra en el umbral de la pobreza o exclusión social. Aunque en 2017 el número disminuyó, no ha sido gracias a la mejora de la situación de las personas mayores, sino que ha sido el empobrecimiento general de la población.
La pobreza tiene rostro femenino
Las pensiones que perciben las mujeres son más bajas que las de los hombres, en su mayoría por no haber cotizado o haber tenido trayectorias laborales más cortas, intermitentes y con salarios más bajos. Este es el caso de Victoria.
Victoria dedicó los últimos diez años laborables de su vida a cuidar de sus padres y su hermana enferma. Antes había trabajado en todo lo que le iba saliendo, la mayoría trabajos precarios. Durante este tiempo nadie cotizó por ella. Actualmente percibe unos 500 € de la Renta Garantizada de Ciudadanía, pero la pensión que recibe no es suficiente para cubrir sus necesidades básicas. Esta fue la razón por la que acudió a Cáritas hace tres años. Dice que no está a su alcance pagar una habitación, y menos un piso en Barcelona. También explica que está inscrita en la oficina de vivienda del Ayuntamiento de Barcelona y que está a la espera de un piso de alquiler social, pero sin esperanza. “Lo veo muy difícil, hay personas que han esperado más de diez años”, dice.
Según la Encuesta de Condiciones de Vida del IDESCAT publicada en 2017, en Catalunya un 15,5% de las personas mayores está en riesgo de pobreza. Las mujeres son las peor paradas como herencia de una estructura social que dejaba la mujer mayoritariamente en el ámbito privado, teniendo cuidado del hogar y los hijos. De hecho, solo el 44% de mujeres reciben una pensión contra 79% de los hombres. La vejez está lejos de ser digna para todos, según el Informe INSOCAT de 2016, un 34% de los ancianos no pueden hacerse cargo de los gastos imprevistos.
Desde Cáritas, se reclaman más viviendas para las personas mayores, y que estas sean a precios asequibles, es decir, que los inquilinos puedan asumir un coste económico a partir de la pensión que cobren. La entidad trabaja para que la gente mayor no se sienta sola, por lo que se impulsan proyectos de acompañamiento como los Tramados de vida, que consisten en diferentes grupos parroquiales que semanalmente realizan actividades conjuntas para la gente mayor.