En Vic, los que gozan de las colonias para gente mayor, dicen a menudo: “Hace un montón de años que vengo de colonias, y no me lo pierdo”. Así lo explican la veintena de mujeres, mayoría absoluta, y de hombres, que relajadamente pasan su semana de vacaciones en la preciosa y confortable Casa de Espiritualidad Claret, organizadas por trabajadores y voluntarios de Cáritas.
La media de edad está sobre los ochenta y cinco años, y la más firme y con la memoria más clara es Fabiana con 104 años, y que lee ¡sin gafas! Lleva muy bien los años, y como todos ellos y ellas participa en los juegos y con las canciones del cancionero, que les lleva al recuerdo de unas vidas intensamente vividas.
La mayoría tuvo que emigrar en su día de Andalucía, o por la guerra o por el hambre, a Barcelona desde Montjuïc a la Gineueta, pasando por el Casc Antic y la Barceloneta, son las referencias de la tierra de acogida.
Durante la semana han tenido tiempo de conocerse, pero aquello que todos y todas valoran más es lo que hacen con los monitores, para no dejarse llevar por la tristeza de un pasado difícil, lleno de sombras, que quieren olvidar. La soledad de la gente mayor, a menudo, es una enfermedad, que en Vic se funde bajo los chopos de la casa de colonias Claret.
Capítulo aparte es la hora de la comida: todo está muy rico y se puede repetir, cosa que tranquiliza a los huéspedes. Y hoy que es el último día, sirve para despedirse…
También los voluntarios merecen una mención, pero Felisa es un caso aparte: no falla nunca y esto que su edad es la misma que aquellos que gozan de las colonias de Cáritas. Ella es un ejemplo de la solidaridad y el afecto vivido en la Casa Claret durante estos días. La próxima semana llegará otro turno, con los monitores y voluntarios trabajando con el corazón, porque la gente mayor también tiene derecho a hacer vacaciones y disfrutar de las colonias.