En Barcelona, cerca de 350.000 personas son mayores de 65 años, una de cada cinco. Las estadísticas apuntan que, en el 2050, tres de cada diez barceloneses serán mayores de 65 años y dos de cada diez tendrán más de 80
Todos envejecemos. Todos debemos ser conscientes del proceso progresivo y natural de pérdida de autonomía, y debemos perder el miedo a preparar nuestro envejecimiento. Cuando seamos mayores necesitaremos y querremos compañía, cariño y acompañamiento emocional. Las personas mayores con pocos recursos, con poca red, viven con mayor incertidumbre el hecho de afrontar solas en los últimos años de su vida.
La mayor parte quieren vivir en casa hasta sus últimos días, aunque algunas no pueden hacerlo por varios motivos: porque sufren enfermedades que necesitan una especial atención médica, porque tienen insalvables barreras arquitectónicas, porque no tienen suficiente dinero o no se les han concedido todavía alguna prestación pública, o porque no tienen red suficiente para recibir los cuidados necesarios en casa. Algunas también dicen que no quieren ser una “carga” para su familia.
Desde Cáritas constatamos que son muchas familias que necesitan más información sobre prestaciones, recursos y servicios que puede recibir una persona mayor cuando va perdiendo autonomía. Cuando las personas mayores deben cambiar de vivienda, por ejemplo, deben aceptar y confiar en que en este nuevo hogar recibirán el trato adecuado y el apoyo necesario donde vivir con dignidad, donde les serán respetados sus deseos y preferencias, y donde podrán seguir desarrollando sus capacidades conservadas.
Es cierto que la persona mayor vive, en mayor o menor grado, cierta fragilidad, dependencia, sentimiento de tristeza o soledad. Sin embargo, en Cáritas afirmamos que la persona mayor puede aportar experiencia, sabiduría, paciencia, alegría y amor. Son personas valiosas, que desean que su vida siga teniendo sentido, satisfacción y plenitud hasta el final. Tengamos la edad que tengamos, y solo por el hecho de existir, las personas merecemos un respeto absoluto.
Adultos y jóvenes vamos acelerados, ocupados, a menudo abducidos por las pantallas. Formamos parte de una sociedad utilitarista. Si produces, vales. Si no, eres descartado. En este contexto, podría suceder que una parte de la sociedad considerase que la persona mayor es una persona inútil, lenta, que no produce. Este prejuicio se llama edadismo, que es el prejuicio por razón de edad. En este contexto, hay que defender que la persona mayor, a pesar de su envejecimiento, sigue teniendo un rol en la sociedad, y que su experiencia es valiosa. Entre todos debemos preservar su dignidad humana.