¿Que nadie se encuentre en situación de sinhogarismo en Barcelona es posible? Muchas personas responderían diciendo que no, y que es una utopía irrealizable. Desde Cáritas decimos que es posible, y no renunciamos a construir una sociedad que coloque a la persona en el centro.
Situar la persona en el centro significa valorar al ser humano por lo que es, y no por lo que acumula, produce o consume. Situar a la persona en el centro también es sinónimo de escuchar a los que permanecen invisibles, sin dejar al margen y haciéndolos a ellos saber que cuentan con una mano a la que agarrarse.
En paralelo al acompañamiento humano, es necesario que como sociedad nos preguntemos, y valoremos si el trabajo conjunto de la administración y las entidades sociales es suficiente para garantizar que las personas puedan ejercer y acceder a sus derechos. Con todo, es necesario hacer un diagnóstico previo para entender el sinhogarismo. Sabemos que el sinhogarismo no forma parte del ámbito individual de la persona, sino que nos constriñe y nos interpela a todos como sociedad. El sinhogarismo es un fenómeno complejo y multi causal. Aunque el problema principal es no disponer de una vivienda, no podemos desligar el problema habitacional de otras cuestiones tanto o más importantes, ya que la precariedad laboral, las decisiones personales de cada uno, las adicciones o las enfermedades pueden abocarnos a la exclusión.
Como sociedad, hay que hacer un cambio, y observar el sinhogarismo como una vulneración de derechos. Para ello, las entidades sociales debemos impulsar acciones coordinadas y ser más eficaces en lo que llevamos a cabo para hacer frente al sinhogarismo. Por otra parte, es necesario que los medios de comunicación hagan una información más cercana a la realidad de las personas en situación de sinhogar, que se aleje de estereotipos y analice el origen de la vulneración de derechos de estas personas. Finalmente, es necesario hacer un llamamiento a las administraciones públicas, para que diseñen políticas centradas en las personas para garantizar el acceso a los derechos, impulsando el alquiler social y fomentando la vivienda pública.
Si conseguimos todo esto, un futuro donde el sinhogarismo sea un recuerdo del pasado, será posible hablar de nadie sin hogar. Un futuro donde todo el mundo disponga de un hogar será, por fin, una realidad.