A pesar de su juventud, Ahmed ha viajado hasta Grecia con sus padres con la intención de tener una vida mejor. Su futuro, por eso, aún está en el aire
Hola. Me llamo Ahmed y soy sirio.
Mi familia y yo somos unos de esos refugiados que ya te habrás acostumbrado a ver en televisión. Montones de personas, grupos de familias con niños pequeños se desplazaban, y todavía lo hacen, por campos y ciudades, de forma revuelta y sin un rumbo fijo muchas veces. Acampábamos donde podíamos, en tiendas de campaña que nos daba la gente o las organizaciones humanitarias. O, a veces, simplemente nos protegíamos con unos plásticos.
Cuando veo alguna foto sobre nosotros, siempre salimos en fila. Siempre estamos al lado de una verja, una valla o una alambrada. Siempre en la frontera. Así llevamos mucho tiempo. Casi todos huimos de la guerra.
Nosotros hemos llegado al campo de Pieria (Grecia). Creo que hemos tenido suerte porque, durante este viaje, he oído a mis padres hablar muchas veces con amigos o con otras personas que encontrábamos por el camino. Nunca sabían si la información que recibían era del todo cierta. Hay mucha gente que forma parte de las mafias. Mi madre nos decía que no tuviésemos relación con personas desconocidas. Nos hablaban de redes que trafican con droga, armas y personas. Para algunos, estas mafias eran su única fuente de información. Personas sin escrúpulos, como dice mi padre, o que se buscan la vida como pueden. Merodean por los campamentos improvisados ofreciendo la posibilidad de ir a otros lugares a cambio de dinero. Muchas familias han perdido sus ahorros. Nosotros hemos tenido suerte porque un primo viajó antes y nos ha dado buenos consejos.
Hay muchas rutas para llegar a Europa. Nosotros llegamos desde Izmir, en Turquía. Pero otros lo han hecho desde Estambul. Hay gente que lleva esperando desde hace cuatro o cinco años. Las colas para acceder al registro de ACNUR son interminables. Hay listas de espera de años. Es muy importante conseguir este registro. Mis padres me han contado que solo así existimos oficialmente como refugiados y podemos tener asistencia sanitaria o ir a la escuela, aunque sea precaria. De esta manera, se puede intentar buscar un empleo. Esto es muy difícil, y al final las personas trabajan en lo que pueden, lo que va saliendo. Es la economía sumergida, creo que lo llaman así.
Sí, creo que tenemos suerte de estar en Pieria. Todo sigue siendo difícil, pero hemos llegado antes de la firma del acuerdo entre la Unión Europea y Turquía. Ahora es mucho más difícil llegar. Las rutas ilegales son más largas, más peligrosas y cuestan más dinero. Eso es algo que saben todos los mayores, que hablan mucho de este tema con otras personas que están aquí, como nosotros. Por lo menos aquí no hay bombas. No hay guerra. Pero no sé qué va a pasar. No sabemos si nos quedaremos o si viajaremos a otro país podamos empezar una vida nueva.