El arzobispo de Barcelona, acompañado por el director de Cáritas Barcelona, ha tomado café sirio con Omar y su familia y se ha interesado por la historia personal que les ha llevado hasta Barcelona
Era de día y los hijos más pequeños estaban en la escuela. La madre había salido un momento y Omar (nombre ficticio) y su hijo mayor se habían quedado en casa. Omar trabajaba de comerciante, una profesión que le venía de familia. De repente, una bomba cayó en su casa. De aquel momento, el padre y el hermano mayor aún tienen secuelas: no sólo físicas sino también psicológicas. Pero eso no les impide volver a sonreír. Y es así como Omar abrió la puerta de su casa en Barcelona, un piso en el que conviven el matrimonio con sus cuatro hijos.
Después de dos años y cuatro meses en Barcelona, la familia ya ha aprendido la lengua y es ahora cuando empiezan a salir adelante: Omar ha conseguido un trabajo a media jornada en un restaurante pero no puede ir cada día porque su recuperación física es lenta; el hijo mayor, de 18 años, que en aquellos momentos estaba en la escuela de formación, está haciendo un curso de mecánica y está decidido a dedicarse a ello; la hija mayor, de 20 años, en cambio, se ha decidido por la farmacia y también está realizando un curso de formación profesional de grado medio, ya que no se le han convalidado los títulos académicos sirios; y los dos hijos pequeños van a la escuela: les encanta hablar y hacer natación. Es realmente la alegría y la esperanza de los niños lo que ha hecho y hace que la familia salga adelante.
Refugiados pero como en casa
Esta es la historia que conoció el arzobispo Omella en su visita al piso de esta familia refugiada, en el barrio de la Sagrada Familia. También lo acompañaron el director de Cáritas, Salvador Busquets, y la coordinadora de atención a los refugiados, Juana Martín. Mons. Omella se interesó en todo momento por cómo habían decidido salir del país, cómo llegaron a Barcelona y cómo les habían acogido. Y los obsequió con barquillos y turrones para que puedan conocer la tradición catalana.
Después de un rato hablando, la madre de la familia invitó a todos los presentes a café sirio, amargo y tostado, y a unas pastas. Busquets anunció al arzobispo que, en las próximas semanas, la familia recibiría un par de ordenadores para que los jóvenes pudieran hacer los trabajos de la escuela. Omar y los hijos, que mostraron su gratitud en todo momento, admitieron sentirse como en casa.
Una hora después, y ya con el abrigo puesto para irse, Omar hizo una invitación al arzobispo de Barcelona: que fuera otro día a comer a su casa, ya que le prepararían comida siria. Con un abrazo de hermandad, se despidieron con la intención de volverse a ver.