Uno de los proyectos que ha tomado más importancia tras la COVID-19 ha sido el de los espacios polivalentes. Se estan implementando en toda la diócesis de Barcelona, pero el de Santa Coloma, situado en el barrio de Singuerlín, ya lleva más de dos años funcionando.
“Los espacios polivalentes son una nueva manera de concebir la acogida. Acogen, están abiertos a la comunidad y responden a las necesidades del territorio”, afirmen desde el espacio polivalente de Singuerlín. Estos espacios agrupan diferentes proyectos de Càritas, con el objetivo de trabajar transversalmente todas las competencias de las familias en un mismo espacio. “En el caso de Singuerlín, la atención a las familias con niños es central, pero también se trabajan la formación y la inserción laboral, el hecho migratorio o la atención psicológica, entre otros. El objetivo es que sea un espacio abierto a los cambios, que pueda dar respuesta a las necesidades de cada momento.”
El perfil mayoritario de los participantes en el proyecto es el de madres solas y familias con niños a cargo. “La mayoría de las familias no tienen trabajo y las que lo tienen no ingresan lo suficiente como para llegar a fin de mes. También nos hemos encontrado con madres que estaban a punto de ser desahuciadas o que se han visto obligadas a cambiar de habitación de realquiler. Hemos tenido que acompañar muy intensamente en este aspecto”, explican. Para Roser Astorga, trabajadora familiar, el espacio polivalente ofrece a los niños un lugar donde correr, gritar o jugar. “Son cosas que a nosotros nos parecen normales, pero que cuando vives compartiendo piso o en una habitación no puedes hacer”, explica.
Durante el encuentro, tenemos la oportunidad de hablar con Success y Fatsou, dos de las madres que participan en Singuerlín. Para Success, se trata de un espacio de tranquilidad, donde hace más de un año que viene con su hijo. “Aquí he conocido a otras madres. Yo soy una madre que vive sola y conocía a poca gente. Desde que participo en el centro, he entablado amistad con otras madres del barrio”, nos cuenta. Success trabajaba limpiando la casa de una persona mayor, pero durante la pandemia perdió el trabajo. Gracias al acompañamiento de Càritas, ha participado en cursos de cocina y también ha podido mejorar el idioma.
En el caso de Fatsou, hace nueve meses que participa en el centro, donde asiste con su hija. “Participando en un curso de formación me informaron de este centro. Aquí aprendo muchas cosas y, cuando venimos con mi hija, ella es feliz”, dice ilusionada.
Ambas coinciden en que aquí las han acompañado en todo lo que necesitaban y destacan el apoyo que han recibido para hacer trámites digitales. “Ahora todo va por internet, y nosotras no sabemos. No sé cómo nos las habríamos apañado sin el apoyo de personas como Roser”, afirman agradecidas.
“Somos un pequeño oasis en la vida de las familias. Aquí lo compartimos todo con todos, y estamos contentas de lo que hemos logrado en este año de pandemia”, concluyen.