El refuerzo educativo del Masnou va dirigido a niños y niñas de primaria entre los 6 y los 12 años, con necesidades de hábitos de aprendizaje, refuerzo escolar y, a la vegada, de formación personal. El proyecto cuenta con la ayuda de dos educadoras y de cinco voluntarios que participan plenamente en todas las dinámicas que se desarrollan.
El objetivo del refuerzo educativo es trabajar desde la transversalidad: el refuerzo de la escuela en la parte de adquirir conocimiento pero también los hábitos (como nos sentamos en la mesa, como merendamos, la pertenencia a un grupo, el trabajo de la identidad y la autoestima, la convivencia, etc.).
Según Ariadna Lajara, una de las educadoras, la filosofía del proyecto es “intentar que se trabaje el tema más académico pero sobre todo no dejar de lado los elementos que después les sirvan para salir a la calle”.
Tanto las educadoras como la persona referente de Cáritas, intentan es trabajar en red con las familias y los servicios y agentes sociales. Por desgracia, actualmente la situación de muchas familias es delicada y, por lo tanto, el proyecto no puede acoger todas las que necesitan ayuda. “La selección se realiza a través de las escuelas porque creen que hay niños y niñas que necesitan una atención mucho más personalizada, a través de servicios sociales y porque están desarrollando un seguimiento del hogar y valoran que a los niños se los puede ir bien por múltiples circunstancias. Y la última vía es a través de Cáritas y las familias, puesto que conocemos su problemática y creemos oportuno proponerlos el proyecto”, explica Lourdes Astigarraga, referente de Cáritas Diocesana de Barcelona a este refuerzo.
“Los niños sufren la dimensión socioeconómica de la crisis. Se puede intuir, por ejemplo, en momentos como la hora de la merienda porque no todos pueden tener una alimentación saludable y, por lo tanto, sí que se nota que lo valoran mucho más.” explica Ariadna. “Aun así, lo que más vemos es que la carencia está en el nivel educativo de los niños y también en la ayuda que los padres se los pueden proporcionar en esta materia”, aclara esta educadora.
Muchas veces estas carencias educativas, que intenta cubrir el proyecto, vienen dadas por diferentes factores. Hay familias que no pueden pagar una atención personalizada a sus hijos en cuanto a enseñanza. Otros, tienen problemas relacionados con la vivienda (algunos, viven muchos en casa). Todos estos factores traen a las familias a no poder proporcionar a sus hijos un espacio para que se concentren y puedan desarrollar la tarea educativa. También podemos encontrar familias que debido a su formación, ya sea porque no tienen o porque proceden de otros lugares, no se ven capaces de proporcionarles la ayuda adecuada y por lo tanto, buscan la manera para que sus hijos puedan recibirla y se formen de la manera más completa.
Cada lunes y cada jueves, cuando los niños llegan, hacen un corro en el suelo. Esta actividad les sirve, mediante una canción, como un espacio de expresión en el cual los niños encuentran el momento para explicar cómo les ha ido el día, como se sienten en aquel momento, si se los ha pasado algo que quieren poner en común con sus compañeros… El hecho que la actividad se desarrolle mediante una canción, ayuda a hacer que los niños se abran de manera más fácil y que, por lo tanto, las trabajadoras puedan acompañarles en cualquier problema que tengan.
Cuando llega la hora de la merienda, que preparan voluntarios, los niños están involucrados en la dinámica y las normas que establecen las educadoras: se lavan las manos, no empiezan a merendar si no están todos en la mesa, no juegan con la comida…
Más tarde, llega la hora de hacer los deberes en grupos más reducidos para que la atención sea mucho más personalizada pero sin dejar de lado el trabajo de valores como el compromiso, el esfuerzo, el respeto…
“Los niños valoran mucho este refuerzo que se les ofrece; vienen con mucha ilusión porque no sólo es un espacio para hacer deberes, sino que va mucho más allá. Aquí intentamos que se sientan bien y tengan una plataforma para expresarse y ser escuchados”, remarca Mónica Osakwe, integradora del proyecto.