Son muchas las familias que piden ayuda a Cáritas por primera vez
En el DISA Sant Josep Oriol llevan trabajando desde primera hora de la mañana, preparando los lotes de alimentos que repartirán durante la tarde a las familias a las que Cáritas Diocesana de Barcelona está echando una mano a raíz de la emergencia social provocada por la COVID-19. Este es uno de los múltiples puntos de distribución de alimentos que Cáritas tiene repartidos por la diócesis de Barcelona, que durante estos días han aumentado mucho su actividad.
Nuria Gispert, voluntaria y coordinadora del DISA nos indica que atienden a una media de 50 familias al día, aunque en las últimas semanas la cifra se está incrementado. “Cada vez son más las familias que nos piden ayuda para cubrir la alimentación, y muchas de ellas es la primera vez que vienen”. Para hacer frente a esta elevada demanda, unos 10 voluntarios participan diariamente en DISA, y trabajan para garantizar su funcionamiento. Muchos de los voluntarios que normalmente gestionaban el DISA eran mayores de 65 años, y cumpliendo las indicaciones sanitarias, han tenido que quedarse en casa. Sin embargo, en las últimas semanas se han incorporado nuevos voluntarios. Este es el caso de Ana e Ignasi, un matrimonio que inició el voluntariado durante la semana pasada. “Preguntamos a Mossèn Nino, de la Parroquia Sant Eugeni I, como podíamos echar una mano en estos momentos de dificultad, y él nos dirigió a Cáritas”, explica Ana. Tanto ella como su marido afirman estar bien de salud, y creen que ahora hay que ayudar a las personas que lo tienen más difícil.
“Esto no solo tendrá efectos económicos, sino también emocionales”
Un número constante de personas llegan al DISA de manera escalonada. Los voluntarios piden cuántas personas forman cada una de las familias, y en función del número de adultos y de niños, ofrecen unos productos y unas cantidades determinadas.
Este es el caso de Claudia. Ella y su hermana no están trabajando, y deben hacerse cargo de su hermano, una persona con discapacidad. “Nunca habíamos venido a pedir ayuda a Cáritas, pero la situación es muy complicada, y vamos trampeando como podemos”, explica. También encontramos el caso de Glenis, que trabajaba por horas limpiando domicilios, pero que ahora no tiene ningún ingreso. Ella vive con sus dos hijos, y comparte el piso con su hermana y su sobrina. “A pesar de las dificultades, tengo esperanza de que esto, tarde o temprano, acabará”.
Finalmente, Claudia nos cuenta que trabaja como esteticista, pero que con el cierre de los comercios hace un mes que no puede ir a trabajar. “Esta crisis nos afectará mucho, no solo económicamente, sino también emocionalmente”, dice. Con todo, afirma que en casa están bien y tranquilos, y se muestra muy agradecida por la ayuda de Cáritas durante estos días.