Vuelvo a casa con el corazón y la cabeza llena de nombres y problemas, personas que he conocido por primera vez haciendo alguna acogida o poniéndome al día del proceso de acompañamiento que hago con algunas familias…
La tónica general de las demandas es “quiero trabajo”. Lo escucho de la gente de aquí o con permiso de trabajo que están sufriendo una crisis y no encuentran el final del túnel o también de la gente que, sabiendo la situación económica de su país, huye buscando un futuro mejor para ellos y su familia.
Trabajo como la gran herramienta que les da la posibilidad de vivir, de tener un techo, alimentarse, de poder dar a sus hijos lo que necesitan, pero es un bien escaso y no siempre podemos darle respuesta. Y acabamos “reconvirtiendo la demanda” en el recurso que tenemos al alcance: ayudas económicas, itinerarios laborales que no siempre llegan al destino deseado… Respuestas que no siempre son las que quisiéramos dar: a veces las damos para que la persona que tenemos al lado no se vaya con las manos vacías, y otras para rebajar nuestra angustia o la angustia de terceros que nos la derivan.
Y pienso en la gran herramienta que he utilizado y de la que no siempre me doy cuenta: la escucha…, mi persona como un gran recurso… Y visualizo cada momento: las miradas, los silencios, las lágrimas derramada, los gestos… y yo escuchando, dando alguna palabra de consuelo cogiendo al vuelo alguna experiencia positiva vivida que dé empuje y esperanza y una mano acogedora que acaricia.
ACOMPAÑAR, ser testigo de alegrías y sufrimientos, sentir que soy una privilegiada porque hay personas que confían en mí paorque se sienten escuchadas… y a la vez yo me siento ACOMPAÑADA, me hacen pisar la realidad, me hacen ser consciente de lo que tengo en todos los niveles y sobre todo, me hacen ir a la oración de manera rápida y espontánea, me sale presentarle a Él cada persona, cada familia, cada coordinación, cada voluntaria…
La gente que viene a pedir ayuda en realidad me ayuda a mí, son capaces de sacar lo mejor que tengo, me ayudan a ser mejor persona, a luchar por un mundo más justo, a buscar la coherencia que me pide el Evangelio…
Me siento llamada a dar un paso más… Llenar de contenido cuando hablamos de “que sean protagonistas de su proceso”, “vincularlos a la comunidad” (vecinal y/o de fe), “no crear dependencia sino gente autónoma” y esta llamada no hacerla sola sino con otros: entidades de los barrios que quieren y luchan por mejorar a sus habitantes, profesionales de entidades y/o administración que se preocupan por detectar las nuevas necesidades y responder de la manera más adecuada, y las comunidades parroquiales que, con su pobreza, quieren seguir siendo la acción social de la Iglesia.
Nos ACOMPAÑAMOS mutuamente, ellos desde su capacidad de superación, de lucha y constancia y yo desde mi formación técnica y humana… Sólo soy un eslabón más de la cadena de ayuda que se encuentran en el camino de la vida.