A problems globals, respostas compartidas | Blog de Cáritas Barcelona
Acogida y acompañamiento / 19/09/2024

A problems globals, respostas compartidas

Publicado por: Jordi Julià Sala-Bellsolell

Atribuimos la posibilidad de salir de una situación de exclusión a una responsabilidad individual, cuando muchos problemas sociales son estructurales o fruto de la injusticia social

Clàudia Manyà es consultora social especializada en el área de los servicios sociales y la acción comunitaria. Para ella, la intervención social comunitaria explica cómo nos relacionamos. “Las dificultades de acceso a la vivienda, la soledad o la falta de trabajo son problemas globales. En cambio, al abordarlos, realizamos intervenciones individuales.” La acción comunitaria posibilita procesos de empoderamiento. “Si creo que soy el único que sufre una situación de exclusión, pensaré que es culpa mía, que he tomado malas decisiones o que he tenido mala suerte, y no es así”, dice.

Para Oscar Rebollo, director del Servicio de Acción Comunitaria del Ayuntamiento de Barcelona (2016-2022) y profesor de Sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), la exclusión social tiene como mínimo tres dimensiones claras: la económica, la de los derechos de ciudadanía y la relacional. Así, hablar de exclusión social obliga a poner en relación las posiciones que ocupamos las personas dentro de la sociedad en estas tres dimensiones. A menudo pensamos que la principal es la dimensión económica, ya que se nos hace difícil imaginar que una buena posición económica no vaya aso ciada a una buena posición en cuanto a derechos y relaciones y/o vínculos sociales.

“Muchas personas que viven en la precariedad económica consiguen salir gracias a que disponen de ciertos derechos de ciudadanía consolidados, pero también gracias a una buena red de relaciones sociales.” Manyà cree que la acción comunitaria pone en valor las trayectorias vitales de las personas que acompañan las entidades sociales. “Son una fuente de aprendizaje y un activo para la comunidad. Personas que han vivido situaciones de violencia de género, por ejemplo, pueden llevar a cabo un proceso de recuperación e ir a los institutos, a sensibilizar o a hacer prevención. Es importante aprovechar estos procesos colectivos para ayudar a la comunidad”, dice. En este sentido, pide que la sociedad mire a las personas en situación de vulnerabilidad desde la apreciación y desde las potencialidades. “Si las miramos solo desde las carencias, como personas que vienen con unas necesidades, con unas demandas, es muy difícil que puedan vincularse a la comunidad”.

Rebollo defiende que las relaciones y los vínculos sociales aportan bienestar emocional, y que esto es gracias a tener a gente con quien hablar, compartir o sentirse alguien para alguien. En segundo lugar, considera que las redes relacionales nos abren oportunidades de acceso a recursos, ya que gracias a nuestros “contactos” podemos tener más oportunidades de conseguir un trabajo, información sobre un piso que está en alquiler o tantas otras cosas fundamentales para nuestra vida a las que accedemos porque conocemos a alguien que conoce a alguien.

Finalmente, a través de las relaciones sociales, podemos dar lugar a diferentes formas de organización colectiva. “Cuando además de relacionarnos nos asociamos, podemos dar un salto muy significativo en nuestras vidas, porque se nos abre la oportunidad de trabajar y luchar colectivamente por conseguir lo que individualmente no somos capaces de lograr”, detalla Rebollo.

Un trabajo conjunto

En este trabajo conjunto, los diferentes expertos afirman que es imprescindible el papel de las instituciones públicas, sean locales, autonómicas o estatales. “Es preciso que la administración, junto con el tercer sector, se visualice como red. Si en un barrio el abandono escolar es un problema que tiene un impacto a largo plazo, ¿por qué no llevamos a cabo una estrategia compartida con toda la red de servicios y entidades para afrontarlo? Nos relacionamos para coordinar casos, pero no para tener una visión global del territorio y de cómo afrontar los retos de forma compartida”, considera Manyà.

También es imprescindible implicar a todas las personas que forman parte de la comunidad, para que esta sea más acogedora e inclusiva. “Estamos poniendo todo el esfuerzo y toda la responsabilidad en la persona vulnerable, pero tenemos que incidir también en la comunidad, que a menudo tiene una situación más privilegiada y ventajosa. Compartimos barrio, pero vivimos en mundos paralelos. Desde un espacio horizontal, vecinal, comunitario es más fácil que puedas establecer relaciones inclusivas. Debemos crear comunidades que ofrezcan oportunidades, que sean inclusivas, sensibles, y que sean conocedoras de las realidades invisibles en las que también tienen responsabilidades. Si la sociedad acogedora no quiere ser inclusiva, difícilmente la persona más vulnerable podrá incluirse en ella”, concluye.

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Politólogo especializado en Comunicación Política y Social. Trabajando para sensibilizar y denunciar desde el Área de Comunicación y Relaciones Institucionales de Cáritas Diocesana de Barcelona. Dando voz a las personas vulnerables podremos construir una sociedad más justa.

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