Con motivo de la celebración de la festividad de la Virgen de la Merced, patrona de los presos, nos adentramos en el proyecto educativo de acompañamiento integral a mujeres en situación de régimen penitenciario de Cáritas Diocesana de Barcelona
Susana (nombre ficticio) hace nueve meses que vive en la Llar Betània, una casa de acogida para mujeres en proceso de reinserción social. Antes, cuando estaba en un segundo grado penitenciario, sólo se quedaba unos días pero ahora, con el tercer grado, se ha incorporado progresivamente a la vida diaria del hogar y se enfrenta a su cotidianidad. A lo largo de la semana, Susana participa en las actividades que dirigen las voluntarias en el Hogar: shiatsu, reflexología, caminatas por el barrio, visitas culturales y compra en el supermercado; y también en todas las tareas domésticas de la casa.
En la Llar Betània, un recurso residencial y educativo con el objetivo de que las mujeres se reincorporen a la vida social, cultural y de ocio, se evita hablar del contexto de la prisión. Así es como pueden dar el salto a una nueva oportunidad, a una nueva vida. “Ellas llegan aquí en blanco y negro y se van en color”, metaforiza Lourdes Ginesta, directora del centro.
Recorrer, acompañadas, un largo camino
Llegan en blanco y negro porque se sienten asustadas, desubicadas y muy desconfiadas. Con asiduidad, necesitan indicaciones para todo. “Cuando sales estás perdida y aquí te ayudan y te apoyan de cara al mundo exterior”, confiesa Susana. Una vez entran en el hogar, a cada mujer se le asigna una educadora social de referencia, con la que tendrá tutoría una vez por semana. Es en este momento cuando se habla de los objetivos y el plan de trabajo de la persona, así como la planificación: “Es más el diálogo y el escuchar, porque las temáticas varían según cada persona”, explica Lourdes.
Por ello, hay una atención directa constante con ellas ya que durante las 24 horas conviven con diferentes educadoras sociales. Comen y cenan todas juntas y aprovechan las actividades para crear vínculos y conocer el entorno social. “Esto es como compartir piso: es una convivencia diaria en la que se aprenden muchas cosas. Esta casa es un gran salto para seguir y una tarea muy importante para evadirte y disfrutar de la vida”, recomienda Susana con una sonrisa. Las otras compañeras de la casa asienten: “Es cierto, es como si estuvieras en tu casa. Bueno, mejor que en tu casa porque aquí estás acompañada en todo momento. Obviamente hay normas pero el ambiente es inmejorable”, apunta Lucía (nombre ficticio), una antigua voluntaria de Cáritas a la que la vida le ha dado muchas vueltas.
Y es que el reglamento de la Llar Betània es de obligado cumplimiento para todas: respetar las compañeras y educadoras, llevar una vida saludable, tener una buena convivencia y participar de la dinámica de la casa para introducirse en la vida cotidiana y en la realidad.
Favorecer la reinserción social
Hace apenas cinco años que Cáritas Diocesana de Barcelona asumió la dirección de esta casa de acogida. Con 12 habitaciones, más de 180 mujeres que han dejado la prisión han accedido ya a este recurso. Normalmente, son personas en situación de desamparo -sin familia ni vivienda- o con un entorno poco favorable a la reinserción y son derivadas directamente por los servicios sociales penitenciarios desde prisiones como Wad-Ras, Brians y Figueres.
Cuando llegan, todas las mujeres disponen de una habitación individual. Las personas que viven de forma permanente en el hogar, ya sea en condicional o en una situación del Régimen penitenciario determinado, y aquellas que están en tercer grado, tienen una habitación asignada, mientras que aquellas que están en una situación de segundo grado -y que, por tanto, sólo dejan la cárcel unos días esporádicos al mes- van rotando. Esto permite que, aunque el hogar disponga de 12 habitaciones, se pueda acoger a unas 17 o 18 personas mensuales.
Siempre pensando en Cáritas
La media de tiempo que conviven en esta casa de acogida, dependiendo directamente de su situación penitenciaria, puede oscilar entre los 6 meses y los 2 años, aproximadamente. Cuando ya llevan cierto tiempo en el hogar y las educadoras ven que pueden dar un paso adelante, estas mujeres son derivadas a otros programas de Cáritas como el de formación e inserción sociolaboral, el proyecto Vínculos, el de migración y el de vivienda. Este acompañamiento integral hace que siempre tengan a Cáritas en la boca, como Susana que no deja de repetir su agradecimiento a la entidad: “Cáritas es el número 1: me ha cambiado la vida. Quisiera agradecer la labor tan grande y humana que están haciendo. Gracias a Cáritas voy a los lugares contenta”. Con personas como Susana, la Llar Betània cumple su objetivo: ser una puerta que, generosamente, abre la vida de estas mujeres a nuevas oportunidades esperanzadoras y llenas de cambio.