Cada 18 de diciembre celebramos el día internacional de las personas migradas. Es una fecha marcada en el calendario para celebrar la diversidad y la riqueza que aportan las personas migradas, nuestros vecinos y vecinas. Y hablo de celebrar, porque es necesario celebrar la diferencia ante el aumento de discursos de odio
Que los discursos negativos contra las personas migradas han aumentado es un hecho. Escuchamos en los medios de comunicación, en las redes sociales y a una parte de los políticos vincular migración con delincuencia, y, además, quienes no hacen esta vinculación directa tampoco se atreven a defender lo contrario, porque la migración no da rédito político.
“Vienen a robar”, “nos quitan el trabajo”, “no se integran”, “quieren sustituir nuestra cultura”, “son ilegales” o “se aprovechan de las ayudas”, son mensajes que están calando en sociedad, y que ya forman parte de las charlas de bar. ¿Qué sabemos de la verdad de estos mensajes? ¿De dónde provienen? ¿Las redes sociales son fiables para informarnos? ¿Puede un mensaje definir a todo el colectivo de personas migradas? Cada vez que escuchamos estos mensajes debemos pensar de dónde provienen y contrastarlo, acudiendo a informes, al origen de la información, o incluso compartir nuestras dudas con una persona migrante cercana (una madre de la escuela, una compañera de trabajo o la persona que nos despacha en la frutería).
Tal y como nos dice el Papa Francisco, es necesario recuperar una mirada solidaria y empática hacia las personas en movilidad humana. Es necesario escucharlas para darnos cuenta de que, a pesar de las diferencias, los motivos que las hacen levantarse cada día son los mismos que los del resto de la sociedad. Debemos conocer la realidad de los países de donde provienen para descubrir que migran por falta de esperanza y oportunidades. Que elegirían quedarse en sus países, y que la desesperanza es muy grande cuando deciden poner en riesgo la vida para mejorar su situación.
Es importante que conozcamos la normativa de extranjería y el funcionamiento de los consulados españoles en el extranjero por entender que, para las personas nacionales de países a los que pedimos visados de entrada, venir “legalmente” es imposible, porque la posibilidad de obtener un visado es prácticamente nula. Y hay que comprender, aunque este es el argumento que menos me gusta por el utilitarismo que implica, que Europa, España y Catalunya necesitan personas trabajadoras, que nos hace falta la migración porque somos una sociedad envejecida, y que los indicadores económicos nos hablan de que los países de la OCDE en 2050 necesitarán 300.000 personas para cubrir puestos de trabajo esenciales.
Acoger a las personas migradas es un win-win: todos salimos ganando. Es sinónimo de justicia, de derechos humanos, pero también de economía. Ante estas certezas, es necesario que nos impliquemos. El reto es construir juntos un nuevo nosotros donde todo el mundo encuentre su sitio.