Andrés Arias es una de las 35 personas que diariamente asisten a Folre, un proyecto impulsado en alianza por la Fundación Llegat Roca i Pi, Sant Joan de Déu-Servicios Sociales y Cáritas Diocesana de Barcelona.
Este centro diurno, ubicado en Badalona, se dedica a acompañar a personas en situación de sinhogarismo, y consta de una sala polivalente, un espacio de información y asesoramiento y de servicios para cubrir las necesidades básicas: desayuno, higiene, lavandería, ropero y espacio de consigna donde guardar los efectos personales.
El proyecto está formado por un equipo de 4 profesionales y 13 personas voluntarias, que trabajan para recuperar las potencialidades y habilidades de las personas atendidas, además de motivar su participación activa en el funcionamiento del centro. Durante el año 2021, Folre acompañó a un total de 157 personas. En el caso de Andrés, hace 10 años que asiste diariamente. “Antes iba al centro ubicado en la calle Arnús, y ahora hace unos cuantos meses que estoy aquí”, haciendo referencia a la nueva ubicación del proyecto.
Por ese motivo, acabó durmiendo en un cajero con otras cuatro o cinco personas, hasta que un amigo le habló de Folre. “Desde que llegué, algunas cosas han mejorado. Ahora percibo la renta garantizada de ciudadanía (RGC), y me puedo pagar un lugar donde dormir”, expone. Preguntado sobre el espacio donde vive, nos dice que paga 200 € al mes por una habitación, pero que no lo considera un hogar. “En el piso vivimos dos personas, pero la otra es drogadicta, y eso complica mucho la relación”. Además, nos explica que no hay agua ni electricidad. “Es como una cueva, allí solo puedo dormir”. Por este motivo, Andrés prefiere pasar toda la mañana en Folre, ya que lo considera su verdadero hogar. “Aquí puedo hablar con mis amigos, ducharme y lavar la ropa. Además, las profesionales son muy amables”, afirma.
Sobre su futuro inmediato, Andrés considera que ya tiene una edad, y que ahora lo que busca es un espacio donde estar tranquilo. “Los gobiernos no hacen lo suficiente por las personas que viven en la calle. Solo pido un piso, un lugar donde poder estar seguro y no sufrir”.
Maria, educadora social de Folre, explica que el sinhogarismo es un fenómeno al alza y que desde este proyecto se ofrece un espacio de descanso. “Muchas personas tienen miedo a vivir en la calle, y nuestro reto es ofrecer un servicio de calidad, tranquilidad y seguridad”. Maria cree que garantizando la vivienda se pueden cubrir otras necesidades, y que vivir en la calle es sinónimo de dejar de tener oportunidades. “Atendemos a personas que tienen formación, pero que viven en la calle. ¿Cómo puedes pedirle a alguien que vive en la calle que pueda entrar a trabajar puntualmente a las ocho de la mañana? Es muy complicado”. Por ese motivo, desde Folre se pacta un plan de trabajo con las personas que diariamente asisten al centro, con el objetivo de trabajar habilidades, recuperar competencias y restablecer hábitos. “Nuestra labor, más allá de ofrecer una comida o un espacio donde estar seguro, es recuperar vidas rotas, empoderar a la gente”, concluye Maria.
